viernes, 31 de diciembre de 2010

Felíz 2011!!!


Un afectuoso saludo para todos nuestros amigos y familiares en este nuevo año que comienza.
Gracias por la compañía de siempre.
Esperamos que en este 2011 el Señor les regale las gracias que están necesitando, pero, por sobre todo, el don de ser cada vez más santos; como lo quería nuestro Padre Don Bosco.
Felicidades a todos!!!

martes, 28 de diciembre de 2010

DÍA DE LOS SANTOS INOCENTES


Todavía no hablan, y ya confiesan a Cristo.

De los sermones de San Quodvultdeus, obispo.

Nace un niño pequeño, un gran Rey. Los magos son atraídos desde lejos; vienen para adorar al que todavía yace en el pesebre, pero que reina al mismo tiempo en el cielo y en la tierra. Cuando los magos le anuncian que ha nacido un Rey, Herodes se turba, y, para no perder su reino, lo quiere matar; si hubiera creído en él, estaría seguro aquí en la tierra y reinaría sin fin en la otra vida.

¿Qué temes, Herodes, al oír que ha nacido un Rey? Él no ha venido para expulsarte a ti, sino para vencer al Maligno. Pero tú no entiendes estas cosas, y por ello te turbas y te ensañas, y, para que no escape el que buscas, te muestras cruel, dando muerte a tantos niños.

Ni el dolor de las madres que gimen, ni el lamento de los padres por la muerte de sus hijos, ni los quejidos y los gemidos de los niños te hacen desistir de tu propósito. Matas el cuerpo de los niños, porque el temor te ha matado a ti el corazón. Crees que, si consigues tu propósito, podrás vivir mucho tiempo, cuando precisamente quieres matar a la misma Vida.

Pero aquél, fuente de la gracia, pequeño y grande, que yace en el pesebre, aterroriza tu trono; actúa por medio de ti, que ignoras sus designios, y libera las almas de la cautividad del demonio. Ha contado a los hijos de los enemigos en el número de los adoptivos.

Los niños, sin saberlo, mueren por Cristo; los padres hacen duelo por los mártires que mueren. Cristo ha hecho dignos testigos suyos a los que todavía no podían hablar. He aquí de qué manera reina el que ha venido para reinar. He aquí que el liberador concede la libertad, y el salvador la salvación.

Pero tú, Herodes, ignorándolo, te turbas y te ensañas y, mientras te encarnizas con un niño, lo estás enalteciendo y lo ignoras.

¡Oh gran don de la gracia! ¿De quién son los merecimientos para que así triunfen los niños? Todavía no hablan, y ya confiesan a Cristo. Todavía no pueden entablar batalla valiéndose de sus propios miembros, y ya consiguen la palma de la victoria.

Oración
Los mártires Inocentes proclaman tu gloria en este día, Señor, no de palabra, sino con su muerte; concédenos, por su intercesión, testimoniar con nuestra vida la fe que confesamos de palabra. Por nuestro Señor Jesucristo.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Mensaje de Navidad del Papa Benedicto XVI


"Salvator noster natus est in mundo" (Misal Romano).

¡"Nuestro Salvador ha nacido en el mundo"! Esta noche, una vez más, hemos escuchado en nuestras Iglesias este anuncio que, a través de los siglos, conserva inalterado su frescor. Es un anuncio celestial que invita a no tener miedo porque ha brotado una "gran alegría para todo el pueblo" (Lc 2,10). Es un anuncio de esperanza porque da a conocer que, en aquella noche de hace más de dos mil años, "en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor" (Lc 2,11). Entonces, a los pastores acampados en la colina de Belén; hoy, a nosotros, habitantes de este mundo nuestro, el Ángel de la Navidad repite: "Ha nacido el Salvador; ha nacido para vosotros. ¡Venid, venid a adorarlo!".

Pero, ¿tiene todavía valor y sentido un "Salvador" para el hombre del tercer milenio? ¿Es aún necesario un "Salvador" para el hombre que ha alcanzado la Luna y Marte, y se dispone a conquistar el universo; para el hombre que investiga sin límites los secretos de la naturaleza y logra descifrar hasta los fascinantes códigos del genoma humano? ¿Necesita un Salvador el hombre que ha inventado la comunicación interactiva, que navega en el océano virtual de Internet y que, gracias a las más modernas y avanzadas tecnologías mediáticas, ha convertido la Tierra, esta gran casa común, en una pequeña aldea global? Este hombre del siglo veintiuno, artífice autosuficiente y seguro de la propia suerte, se presenta como productor entusiasta de éxitos indiscutibles.

Lo parece, pero no es así. Se muere todavía de hambre y de sed, de enfermedad y de pobreza en este tiempo de abundancia y de consumismo desenfrenado. Todavía hay quienes están esclavizados, explotados y ofendidos en su dignidad, quienes son víctimas del odio racial y religioso, y se ven impedidos de profesar libremente su fe por intolerancias y discriminaciones, por ingerencias políticas y coacciones físicas o morales. Hay quienes ven su cuerpo y el de los propios seres queridos, especialmente niños, destrozado por el uso de las armas, por el terrorismo y por cualquier tipo de violencia en una época en que se invoca y proclama por doquier el progreso, la solidaridad y la paz para todos. ¿Qué se puede decir de quienes, sin esperanza, se ven obligados a dejar su casa y su patria para buscar en otros lugares condiciones de vida dignas del hombre? ¿Qué se puede hacer para ayudar a los que, engañados por fáciles profetas de felicidad, a los que son frágiles en sus relaciones e incapaces de asumir responsabilidades estables ante su presente y ante su futuro, se encaminan por el túnel de la soledad y acaban frecuentemente esclavizados por el alcohol o la droga? ¿Qué se puede pensar de quien elige la muerte creyendo que ensalza la vida?

¿Cómo no darse cuenta de que, precisamente desde el fondo de esta humanidad placentera y desesperada, surge una desgarradora petición de ayuda? Es Navidad: hoy entra en el mundo "la luz verdadera, que alumbra a todo hombre" (Jn 1, 9). "La Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros" (ibíd. 1,14), proclama el evangelista Juan. Hoy, justo hoy, Cristo viene de nuevo "entre los suyos" y a quienes lo acogen les da "poder para ser hijos de Dios"; es decir, les ofrece la oportunidad de ver la gloria divina y de compartir la alegría del Amor, que en Belén se ha hecho carne por nosotros. Hoy, también hoy, "nuestro Salvador ha nacido en el mundo", porque sabe que lo necesitamos. A pesar de tantas formas de progreso, el ser humano es el mismo de siempre: una libertad tensa entre bien y mal, entre vida y muerte. Es precisamente en su intimidad, en lo que la Biblia llama el "corazón", donde siempre necesita ser salvado. Y en la época actual postmoderna necesita quizás aún más un Salvador, porque la sociedad en la que vive se ha vuelto más compleja y se han hecho más insidiosas las amenazas para su integridad personal y moral. ¿Quién puede defenderlo sino Aquél que lo ama hasta sacrificar en la cruz a su Hijo unigénito como Salvador del mundo?

"Salvator noster", Cristo es también el Salvador del hombre de hoy. ¿Quién hará resonar en cada rincón de la Tierra de manera creíble este mensaje de esperanza? ¿Quién se ocupará de que, como condición para la paz, se reconozca, tutele y promueva el bien integral de la persona humana, respetando a todo hombre y toda mujer en su dignidad? ¿Quién ayudará a comprender que con buena voluntad, racionabilidad y moderación, no sólo se puede evitar que los conflictos se agraven, sino llevarlos también hacia soluciones equitativas? En este día de fiesta, pienso con gran preocupación en la región del Oriente Medio, probada por numerosos y graves conflictos, y espero que se abra a una perspectiva de paz justa y duradera, respetando los derechos inalienables de los pueblos que la habitan. Confío al divino Niño de Belén los indicios de una reanudación del diálogo entre israelitas y palestinos que hemos observado estos días, así como la esperanza de ulteriores desarrollos reconfortantes. Confío en que, después de tantas víctimas, destrucciones e incertidumbres, reviva y progrese un Líbano democrático, abierto a los demás, en diálogo con las culturas y las religiones. Hago un llamamiento a los que tienen en sus manos el destino de Irak, para que cese la feroz violencia que ensangrienta el País y se asegure una existencia normal a todos sus habitantes. Invoco a Dios para que en Sri Lanka, en las partes en lucha, se escuche el anhelo de las poblaciones de un porvenir de fraternidad y solidaridad; para que en Darfur y en toda África se ponga término a los conflictos fraticidas, cicatricen pronto las heridas abiertas en la carne de ese Continente y se consoliden los procesos de reconciliación, democracia y desarrollo. Que el Niño Dios, Príncipe de la paz, haga que se extingan los focos de tensión que hacen incierto el futuro de otras partes del mundo, tanto en Europa como en Latinoamérica.

"Salvator noster": Ésta es nuestra esperanza; este es el anuncio que la Iglesia hace resonar también en esta Navidad. Con la encarnación, recuerda el Concilio Vaticano II, el Hijo de Dios se ha unido en cierto modo a cada hombre (cf. Gaudium et spes, 22). Por eso, puesto que la Navidad de la Cabeza es también el nacimiento del cuerpo, como enseñaba el Pontífice san León Magno, podemos decir que en Belén ha nacido el pueblo cristiano, cuerpo místico de Cristo en el que cada miembro está unido íntimamente al otro en una total solidaridad. Nuestro Salvador ha nacido para todos. Tenemos que proclamarlo no sólo con las palabras, sino también con toda nuestra vida, dando al mundo el testimonio de comunidades unidas y abiertas, en las que reina la hermandad y el perdón, la acogida y el servicio recíproco, la verdad, la justicia y el amor.

Comunidad salvada por Cristo. Ésta es la verdadera naturaleza de la Iglesia, que se alimenta de su Palabra y de su Cuerpo eucarístico. Sólo redescubriendo el don recibido, la Iglesia puede testimoniar a todos a Cristo Salvador; hay que hacerlo con entusiasmo y pasión, en el pleno respeto de cada tradición cultural y religiosa; y hacerlo con alegría, sabiendo que Aquél a quien anuncia nada quita de lo que es auténticamente humano, sino que lo lleva a su cumplimiento. En verdad, Cristo viene a destruir solamente el mal, sólo el pecado; lo demás, todo lo demás, lo eleva y perfecciona. Cristo no nos pone a salvo de nuestra humanidad, sino a través de ella; no nos salva del mundo, sino que ha venido al mundo para que el mundo se salve por medio de Él (cf. Jn 3,17).

Queridos hermanos y hermanas, dondequiera que os encontréis, que llegue hasta vosotros este mensaje de alegría y de esperanza: Dios se ha hecho hombre en Jesucristo; ha nacido de la Virgen María y renace hoy en la Iglesia. Él es quien lleva a todos el amor del Padre celestial. ¡Él es el Salvador del mundo! No temáis, abridle el corazón, acogedlo, para que su Reino de amor y de paz se convierta en herencia común de todos. ¡Feliz Navidad!"

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Jornada Mundial de lucha contra el VIH SIDA


EL 26,7% de los centros para el cuidado del VIH/SIDA en el mundo son católicos. Para la Iglesia todos los días del año son los días del enfermo de SIDA, porque más allá de fechas y lazos rojos en el calendario, la Iglesia se ocupa a diario de las personas que sufren –especialmente de aquellas de las que nadie se ocupa – y su aportación a la sociedad no es flor de un día, tormenta de verano que como vino se va, sino llovizna constante que cala suave y profunda, de la mano de los numerosos proyectos y programas de formación, prevención, asistencia, cuidado y seguimiento pastoral a favor de los enfermos.

La Jornada Mundial contra el SIDA, que por iniciativa de la Organización de las Naciones Unidas inaugura cada año nuestros diciembres, se ha convertido en una preocupante cita que, en lugar de contribuir a la concienciación social y a la prevención efectiva de la pandemia, está siendo utilizada por la propaganda al servicio de la cultura dominante para difundir algunas mentiras y repetirlas, con la esperanza de que puedan ser tomadas por verdad. Las más significativas, a mi juicio, son tres: la consideración del SIDA como una estricta cuestión sanitaria, las monotemáticas campañas informativas que mantienen la tesis de que el preservativo es la solución y la presentación, ante la opinión pública, de la Iglesia como el problema.

La primera estrategia se basa en la difusión de la idea de que la enfermedad no tiene relación alguna con el modo de vivir la sexualidad y de que, en consecuencia todos estamos igualmente expuestos al contagio. Se hace creer a la sociedad que nos situamos ante un problema de índole exclusivamente sanitaria, sin querer reconocer que no habrá solución posible mientras no se aborde su dimensión ética. Afortunadamente, todos no estamos en la misma situación de riesgo; los contagios se ven favorecidos por una cultura pansexualista, que quita valor a la sexualidad y la reduce a un simple y mecánico intercambio de placeres físicos, sin darle un alcance más elevado.

La segunda es la manida cuestión del condón. Las políticas gubernamentales, casi a nivel planetario, realizan grandes esfuerzos para difundir el uso del preservativo, con la confianza de que así se frenará la expansión del SIDA, pero la realidad se muestra tozuda: en 2005 se produjeron otros cinco millones de nuevas infecciones, el mayor incremento desde el inicio de la epidemia. El número de personas que viven con el VIH en todo el mundo son ya más de 40 millones. Menos mal que, según oímos por todas partes, el preservativo es la mejor solución; pues, mejor ni imaginar cómo será la peor. Es cierto que en el Informe ONUSIDA de este año por fin se puede leer que en muchos países el retraso en la primera experiencia sexual o la reducción del número de parejas han sido claves para hacer descender el número de afectados. Lamentablemente, con respecto a los preservativos sigue sin reconocer que la masiva distribución de condones, mientras que en las personas adictas al sexo puede reducir el riesgo de infección, en otras muchas personas induce a conductas de riesgo, impidiéndose el logro de los comportamientos que eliminan la posibilidad de infección. Las políticas basadas en el mito del “sexo seguro” han fracasado y debemos exigir a nuestros gobernantes que lo reconozcan y que sean valientes para proponer otras soluciones.

El primer preservativo ha de ser el preservativo moral, la educación integral de los jóvenes para inculcarles la dignidad y el respeto a la vida, su propia vida y la de los demás. Un problema complejo requiere soluciones complejas, no simplistas; no es serio, con las cifras en la mesa y el batacazo anual de las campañas pro condón, mantener que la solución pasa por hacer más accesibles los preservativos. ¿Por qué se nos dice, acertadamente, desde el Ministerio de Sanidad y Consumo que debemos abstenernos de fumar y de beber para prevenir determinadas enfermedades y no se atreven a proponer la abstinencia de ciertas prácticas sexuales para prevenir el SIDA? El problema requiere voluntad política y esfuerzos en investigación, educación sanitaria, educación sexual y transmisión de valores humanos que incidan en la responsabilidad personal ante el consumo de drogas y otras conductas de riesgo.

La tercera, y ya cansina cantinela, es la de responsabilizar a la Iglesia de contribuir a la confusión y de situarse en posiciones retrógradas y acientíficas. De nuevo, la fuerza de la realidad: los escasos y atrevidos países que han incorporado a sus programas de prevención medidas coincidentes con la doctrina católica han obtenido unos resultados excelentes. Véanse los programas de Uganda y Kenia, por ejemplo. Tan dados a probarlo todo como somos hoy, podríamos probar, a ver qué tal nos iba. La Iglesia propone, no impone nada a nadie. ¿Acaso alguno de los obcecados con la Iglesia y alejados de ella, que tanto hacen notar sus voces, han dejado de usar el preservativo en sus relaciones por un ataque de conciencia moral y obediencia a la doctrina católica? El problema no es que se le haga caso a la Iglesia y que así la gente se enrede en la confusión y en la duda, el verdadero problema es que la gente no duda, ni tan siquiera razonablemente, y se cree que el discurso político es el único y verdadero discurso.

Ante las críticas infundadas, la Iglesia responde con la Palabra y con su obra. La dimensión específicamente religiosa de la actitud de la Iglesia sobre el SIDA ayuda a comprender mejor y a valorar en toda su hondura la importancia de la caridad, es decir, del amor hacia las personas que sufren. El cristiano dispone, gracias a su fe, de un auxilio espiritual, que le ayuda a acercarse a los que padecen la enfermedad, cualquiera que haya sido su conducta, porque comprende que el error moral no hace a las personas menos merecedoras de atención, sino al contrario, como enseña la parábola del hijo pródigo, más necesitadas, si cabe, de ser amadas y ayudadas. Nadie, en conciencia y si quiere ser fiel a la verdad, puede seguir diciendo que la Iglesia propone abstinencia y fidelidad porque no está en el mundo y porque no conoce los problemas reales de la gente. Y si no, que se lo eche en cara también a Naciones Unidas, que, aunque de forma timorata, habla de “comportamiento sexual responsable, incluyendo la abstinencia y la fidelidad”. ¿Por qué se empeñan las fallidas campañas pro condón en ocultarnos, al menos, una parte sustancial de la realidad? ¿Por qué no se educa de manera integral, con información completa, para formar personas más libres, más independientes y con más criterio? ¿Es que se parte de la premisa de que nuestros jóvenes están incapacitados para comprender el significado de las palabras “abstinencia” y “fidelidad”? A lo mejor resulta que, si se les dice toda la verdad, comienzan a tomar sus propias decisiones y el preservativo deja de ser la solución y la Iglesia deja de ser el problema.

Isidro Catela Marcos
Director Oficina de Información de la Conferencia Episcopal Española

jueves, 18 de noviembre de 2010

ACTIVIDADES DE FIN DE AÑO DEL CENTRO SAN FRANCISCO DE SALES DE MENDOZA


Estas son las actividades del Centro San Francisco de Sales para este último tramo del año 2010:

- El próximo viernes 26 es la última reunión de Centro.

- El miércoles 8 de diciembre en la misa de la tarde del Templo San Juan Bosco se realizará renovación de promesas.

- Ese mismo día firmarán su aceptación como aspirantes tres hermanos pertenecientes a la Comunidad del Colegio Don Bosco de Ciudad.

- El siguiente domingo 12 en la misa de la mañana del Oratorio Ceferino firmarán su aceptación otros tres hemanos pertenecientes a esa comunidad. (actividad a confirmar)

Están todos invitados a participar, rezar y acompañar!!!

miércoles, 10 de noviembre de 2010

ENCUENTRO DE CONSEJOS LOCALES DE SALESIANOS COOPERADORES DE LA PROVINCIA SAN FRANCISCO SOLANO


El pasado fin de semana (6 y 7 de noviembre) se realizó en Córdoba el Encuentro Anual de Consejos Locales de los Centros de Salesianos Cooperadores de la Provincia San Francisco Solano (cabe destacar que los Salesianos Cooperadores aún no han unificado las antiguas inspectorías de Córdoba y Rosario; llevan un proceso diverso al de los sdb).
Los Consejos Locales se reúnen todos los años para esta época, a fin de evaluar y reflexionar sobre la marcha de la Asociación en esta parte del mundo.
Entre los temas tratados en esta oportunidad se encontraron: un vestazo a la vida de Don Miguel Rúa, animado por el P. Miguel Mestre; luego el documento del Consejo Mundial acerca de la solidaridad y autonomía económicas de la Asociación; la evaluación anual de la marcha de los Centros de la zona; el calendario provincial 2011; y algunas informaciones.
Párrafo aparte dejamos para la renovación de algunos de los servicios en el Consejo Provincial. Cumplían un trienio como miembros del Consejo Luis Cerioni de San Rafael (Mendoza), Susana Suarez de Córdoba, Carmen Jurado de Tucumán y Cecilia Guevara de Eugenio Bustos (Mendoza). El reglamento para la elección y duración de los consejeros prevée la posibilidad de ser reelegido para ocupar la función por tres años más. Esto fue lo ocurrido en todos los casos, salvo en el del Dr. Luis Cerioni, quien ya había manifestado su imposibilidadd de continuar en el servicio, y en su lugar fue electa la Sra. Silvia Sirena de San Juan. En la elección ofició de moderador el Sr. Mariano Sanchez del Centro San Francisco de Sales de Ciudad de Mendoza.
Por otro lado el consejo provincial renovó algunos de los servicios provinciales: Quien se desempeñaba como coordinadora provincial, María Cecilia Hoshida, ha dejado de ejercer ese servicio, el cual fue asumido por quien hasta ahora ocupaba la secretaría, Cecilia Guevara. El lugar en la secretaría fue asumido por Gustavo Panighel.
Otra novedad importante surgida de la misma reunón es que el encuentro zonal cuyo de cooperadores y aspirantes del 2011 se realiza en Mendoza, organizado por el centro San Francisco de Sales.
El encuentro contó, además, con la visita del P. Carlos Bosio, delegado del P. Inspector para la Familia Salesiana.

jueves, 4 de noviembre de 2010

JORNADA DE LA FAMILIA SALESIANA DEL DON BOSCO DE MENDOZA


Este sábado 6 de noviembre próximo la Familia Salesiana del Colegio Don Bosco de Mendoza se reúne en su jornada de encuentro anual. El encuentro comenzará a las nueve de la mañana y terminará con la misa de 20 hs. Compartiremos reflexiones, experiencias y vivencias de la vida transcurrida en la casa de Don Bosco. El Padre Director, Juan Esteban Gaud, al hacer la convocatoria, entre otros conceptos, expresó: "Es cierto que aquí en casa nos sentimos bien pero… no basta con quedarnos…. Tenemos que salir al encuentro de nuestros hermanos mas necesitados, pero juntos, como Familia Salesiana… Compartiendo nuestros sueños y con la ayuda del Espíritu Santo, podemos encontrar la manera de pasar por la vida de nuestros hermanos como lo hizo Jesús, que pasó haciendo el bien." Que el Señor bendiga a la familia del Don Bosco de Mendoza en esta experiencia.

martes, 2 de noviembre de 2010

FIELES DIFUNTOS


La conmemoración de todos los fieles difuntos es celebrada por toda la Iglesia el 2 de noviembre o, si éste es domingo o solemnidad, el 3 de noviembre. Todo el clero debe recitar el Oficio de Difuntos y todas las Misas son de Requiem, excepto la que se puede celebrar en los lugares donde haya obligación por ser fiesta.
La base teológica de la fiesta es la doctrina de que las almas, que al partir del cuerpo no están perfectamente limpias de pecados veniales o no han reparado totalmente las transgresiones del pasado, son privadas de la Visión Beatífica, y que el creyente en la tierra puede ayudarles con las oraciones, la limosna y sobre todo por el sacrificio de la Misa.
En los primeros días de la Cristiandad se escribían los nombres de los hermanos que habían partido en la díptica (n.d.t. Conjunto formado por dos tablas plegables, con forma de libro, en las que la primitiva Iglesia acostumbraba anotar en dos listas pareadas los nombres de los vivos y los muertos por quienes se había de orar). Después, en el siglo sexto, era costumbre en los monasterios benedictinos tener una conmemoración de los miembros difuntos en Pentecostés. En España, en tiempo de San Isidoro (m. 636), había un día semejante el sábado antes de la Sexagésima (n.d.t. El sexagésimo día antes del Domingo de Pascua - Domingo segundo de los tres que se contaban antes de la primera de Cuaresma) o antes de Pentecostés. En Alemania existió (según el testimonio de Widukind, abad de Corvey, c. 980) una ceremonia consagrada a orar por los difuntos, el 1 de octubre. Esto fue aceptado y bendecido por la Iglesia. San Odilo de Cluny (m. 1048) ordenó que se celebrara anualmente, en todos los monasterios de su congregación, la conmemoración de todos los fieles difuntos. De allí se extendió entre las otras congregaciones de los benedictinos y entre los cartujos. De las diócesis, Lieja fue la primera en adoptarla, bajo el obispo Notger (m. 1008). Se encuentra también en el martirologio de San Protadio de Besançon (1053-66). El obispo Otricus (1120-25) la introdujo en Milán, el 15 de octubre. En España, Portugal, y América Latina, es tradicional que los sacerdotes en este día celebren tres Misas. Una concesión similar para todo el mundo fue solicitada al Papa León XIII. No la concedió pero ordenó un Requiem especial, el Domingo 30 de septiembre de 1888.
En el Rito griego esta conmemoración se celebra en la víspera del Domingo de Sexagésima, o en la víspera de Pentecostés. Los armenios celebran la pascua de los difuntos el día después de Pascua.

viernes, 8 de octubre de 2010

BIOGRAFÍA DE ALEJANDRINA


ALEJANDRINA MARÍA DA COSTA nació en Balasar, provincia de Oporto y Arquidiócesis de Braga (Portugal) el 30 de marzo de 1904, y fue bautizada el 2 de abril siguiente, Sábado Santo. Fue educada cristianamente por su madre, junto con su hermana Deolinda. Alejandrina permaneció en familia hasta los siete años, después fue enviada a Póvoa do Varzim donde se alojó con la familia de un carpintero, para poder asistir a la escuela primaria que no había en Balasar. Allí hizo la primera comunión en 1911, y el año siguiente recibió el sacramento de la Confirmación que le administró el Obispo de Oporto.
Después de dieciocho meses volvió a Balasar y fue a vivir con su mamá y hermana en la localidad de “Calvario”, donde permanecerá hasta su muerte.
Comenzó a trabajar en el campo, teniendo una constitución robusta: tenía a raya a los hombres y ganaba lo mismo que ellos. Su una adolescencia fue muy vivaz: dotada de un temperamento feliz y comunicativo, era muy amada por las compañeras. Sin embargo a los doce años se enfermó: una grave infección (quizá una tifoidea) la llevó a un paso de la muerte. Superó el peligro, pero después de esto su físico quedará marcado para siempre.
Cuando tenía catorce años sucedió un hecho decisivo para su vida. Era el Sábado Santo del 1918. Ese día ella, su hermana Deolinda y una muchacha aprendiz realizaban su trabajo de costura, cuando se dieron cuenta de que tres hombres trataban de entrar en su habitación. A pesar de que las puertas estuviesen cerradas, los tres lograron forzarlas y entraron. Alejandrina, para salvar su pureza amenazada, no dudó en tirarse por la ventana desde una altura de cuatro metros. Las consecuencias fueron terribles, aunque no inmediatas. En efecto las diversas visitas médicas a las que se sometió sucesivamente diagnosticaron siempre con mayor claridad un hecho irreversible.
Hasta los diecinueve años pudo aún arrastrarse hasta la iglesia, donde, totalmente contrahecha, permanecía gustosa, con gran maravilla de la gente. Después la parálisis fue progresando cada vez más, hasta que los dolores se volvieron horribles, las articulaciones perdieron sus movimientos y ella quedó completamente paralítica. Era el 14 de abril de 1925, cuando Alejandrina se puso en el lecho para no levantarse más por los restantes treinta años de su vida.
Hasta el año 1928 ella no dejó de pedirle al Señor, por intercesión de la Virgen, la gracia de la curación, prometiendo que, si se curaba, se haría misionera. Pero, en cuanto comprendió que el sufrimiento era su vocación, la abrazó con prontitud. Decía: “Nuestra Señora me ha concedido una gracia aún mayor. Primero la resignación, después la conformidad completa a la voluntad de Dios, y en fin el deseo de sufrir”.
Se remontan a este período los primeros fenómenos místicos, cuando Alejandrina inició una vida de grande unión con Jesús en los Sagrarios, por medio de María Santísima. Un día que estaba sola, le vino improvisamente este pensamiento: “Jesús, tú estás prisionero en el Sagrario y yo en mi lecho por tu voluntad. Nos haremos compañía”. Desde entonces comenzó su primera misión: ser como la lámpara del Sagrario. Pasaba sus noches como peregrinando de Sagrario en Sagrario. En cada Misa se ofrecía al Eterno Padre como víctima por los pecadores, junto con Jesús y según Sus intenciones.
Crecía en ella siempre más el amor al sufrimiento, conforme su vocación de víctima se hacía sentir de manera más clara. Hizo el voto de hacer siempre lo que fuera más perfecto.
Del viernes 3 de octubre de 1938 al 24 de marzo de 1942, o sea por 182 veces, vivió cada viernes los sufrimientos de la Pasión. Alejandrina, superando su estado habitual de parálisis, bajaba del lecho y con movimientos y gestos acompañados de angustiosos dolores, reproducía los diversos momentos del Vía Crucis, por tres horas y media.
“Amar, sufrir, reparar” fue el programa que le indicó el Señor. Desde 1934 –por mandato del padre jesuita Mariano Pinho, que la dirigió espiritualmente, hasta 1941– Alejandrina ponía por escrito todo lo que cada vez le decía Jesús.
En 1936, por orden de Jesús, ella le pidió al Santo Padre, por medios del padre Pinho, la consagración del mundo al Corazón Inmaculado de María. Esta súplica fue varias veces renovada hasta 1941, por lo que la Santa Sede interrogó por tres veces al Arzobispo de Braga sobre Alejandrina. El 31 de octubre de 1942 Pío XII consagró el mundo al Corazón Inmaculado de María con un mensaje transmitido a Fátima en lengua portuguesa. Este acto lo renovó en Roma en la Basílica de San Pedro el 8 de diciembre del mismo año.
Desde el 27 de marzo de 1942 en adelante Alejandrina dejó de alimentarse, viviendo sólo de Eucaristía. En 1943 por cuarenta días y cuarenta noches fueron estrictamente controlados por excelentes médicos su ayuno absoluto y su anuria, en el hospital de la Foz do Douro cerca de Oporto.
En 1944 su nuevo director espiritual, el salesiano padre Humberto Pasquale, animó a Alejandrina, para que siguiera dictando su diario, después que constató la altura espiritual a la que había llegado; lo que ella hizo con espíritu de obediencia hasta la muerte. En el mismo año 1944 Alejandrina se inscribió a la Unión de los Cooperadores Salesianos. Quiso colocar su diploma de Cooperadora “en donde pudiera tenerlo siempre a la vista”, para colaborar con su dolor y con sus oraciones a la salvación de las almas, sobre todo juveniles. Rezó y sufrió por la santificación de los Cooperadores de todo el mundo.
A pesar de sus sufrimientos, ella seguía además interesándose e ingeniándose en favor de los pobres, del bien espiritual de los parroquianos y de otras muchas personas que recurrían a ella. Promovió triduos, cuarenta horas y ejercicios cuaresmales en su parroquia.

Especialmente en los últimos años de vida, muchas personas acudían a ella aún de lejos, atraídas por su fama de santidad; y bastantes atribuían a sus consejos su conversión.
En 1950 Alejandrina festeja el XXV aniversario de su inmovilidad. El 7 de enero de 1955 se le anuncia que éste será el año de su muerte. El 12 de octubre quiso recibir la unción de los enfermos. El 13 de octubre, aniversario de la última aparición de la Virgen de Fátima, se la oyó exclamar: “Soy feliz, porque voy al cielo”. A las 19,30 expiró.
En 1978 sus restos fueron trasladados del cementerio a la iglesia parroquial de Balasar, donde hoy – en una capilla lateral – reposa el cuerpo de Alejandrina. Sobre su tumba se leen estas palabras que ella quiso: “Pecadores, si las cenizas de mi cuerpo pueden ser útiles para salvaros, acercaos, pasad sobre ellas, pisadlas hasta que desaparezcan. Pero ya no pequéis; no ofendáis más a nuestro Jesús!”. Es la síntesis de su vida gastada exclusivamente para salvar las almas.
En Oporto en la tarde del día 15 de octubre las florerías se vieron privadas de rosas blancas: todas fueron vendidas. Un homenaje floral a Alejandrina, que había sido la rosa blanca de Jesús.

martes, 14 de septiembre de 2010

SAN JOSÉ DE CUPERTINO, "Patrono de los estudiantes"


San José de Cupertino, o Copertino, cuyo nombre al nacer era Giuseppe Desa (17 de junio de 1603 - 18 de septiembre de 1663) fue un fraile italiano, santo de la Iglesia Católica. Es considerado patrón de los viajeros en avión, los aviadores, los mentalmente discapacitados y los estudiantes (por las dificultades que tuvo cuando estudiaba). A los 17 años pidió ser admitido de franciscano pero no fue admitido. Pidió que lo recibieran en los capuchinos y fue aceptado como hermano lego, pero después de ocho meses fue expulsado porque era en extremo distraído. Posteriormente ingresó como mandadero en el convento de los padres franciscanos. Pronto con su humildad y su amabilidad, con su espíritu de penitencia y su amor por la oración, se fue ganando la estimación y el aprecio de los religiosos, y en 1625, por votación unánime de todos los frailes de esa comunidad, fue admitido como religioso franciscano.

Lo pusieron a estudiar para prepararse al sacerdocio, pero en los exámenes no era capaz de responder. Llegó uno de los exámenes finales y Fray José la única frase del evangelio que era capaz de explicar completamente bien era aquella que dice: "Bendito el fruto de tu vientre Jesús". Pero al empezar el examen, el jefe de los examinadores dijo: "Voy a abrir el evangelio, y la primera frase que salga, será la que tiene que explicar". Y salió precisamente la única frase que el Cupertino se sabía perfectamente: "Bendito sea el fruto de tu vientre". En el examen definitivo en el cual se decidía quiénes sí serían ordenados. Y los primeros diez que examinó el obispo respondieron tan maravillosamente bien todas las preguntas, que el obispo suspendió el examen diciendo: "¿Para qué seguir examinando a los demás si todos se encuentran tan formidablemente preparados?" y de esta manera aprobó los exámenes José de Cupertino. Todas estas circunstancias o casualidades fueron después atribuidas a designios de Dios.

Según cuentan, entraba en éxtasis en numerosas ocasiones. Cuando estaba en éxtasis lo pinchaban con agujas, le daban golpes con palos, y hasta le acercaban a sus dedos velas encendidas y no sentía nada. Lo único que lo hacía volver en sí, era oír la voz de su superior que lo llamaba a que fuera a cumplir con sus deberes. Cuando regresaba de sus éxtasis pedía perdón a sus compañeros diciéndoles: "Excúsenme por estos 'ataques de mareo' que me dan". Según la tradición católica, estaba dotado con el don de la levitación, siendo el primer santo en número de manifestaciones de dicho fenómeno (en su proceso de canonización se registran más de setenta casos de levitación ocurridos solamente en la villa de Cupertino o sus alrededores). En una época de su vida, llegaron a ser tan frecuentes estos fenómenos que sus superiores tuvieron que excluirle del cargo de hebdomadario en el coro, pues en contra de su voluntad, interrumpía las ceremonias de la comunidad con sus vuelos cuando se encontraba en estado de éxtasis. Muchos enemigos empezaron a decir que todo esto eran meros inventos y lo acusaban de engañador. Fue enviado al Superior General de los Franciscanos en Roma y luego frente al Sumo Pontífice Urbano VIII el cual deseaba saber si era cierto o no lo que le contaban de los éxtasis y de las levitaciones del frailecito. Se cuenta, que hablando con el Papa entró en extasis y levitó, siendo visto por el mismo papa Urbano VIII. El príncipe protestante Federico de Brunswick, también vio las levitaciones y quedó tan impresionado por el fenómeno, que no solamente se convirtió al catolicismo, sino que ingresó en la orden franciscana, a la que pertenecía este santo.

Fue beatificado el 24 de febrero de 1753, siendo papa Benedicto XIV. El 16 de julio de 1767 es canonizado por el papa Clemente XIII. Su festividad se celebra el 18 de septiembre. Fue nombrado patrono de los cosmonautas por el don de la levitación.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Pío IX: “el amigo de Don Bosco” (Artículo de nuestro boletín "El Salesiano Cooperador" de agosto)


Juan Mastai Ferretti, nacido el 13 de mayo de 1792, en Senigallia (centro de Italia). Fue elegido Papa el 16 de junio de 1846, año en que Don Bosco encuentra ubicación definitiva al oratorio en Vadocco. Con casi 32 años de duración, su pontificado fue el más largo de la historia de la Iglesia.
Inclinado al comienzo a concepciones de corte liberal, las revoluciones de 1848 en Europa lo hicieron conservador, también en la administración de los Estados Pontificios. Ese mismo año debe huir de Roma, a la que volverá en 1850.
En 1854 proclama el Dogma de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María. En 1869 convoca al Concilio Vaticano, donde se proclama el Dogma de la infalibilidad pontificia.
Don Bosco lo visita por primera vez en 1858. El Papa le pide escribir las Memorias del Oratorio y aprueba el proyecto de la Congregación Salesiana. Bajo su pontificado se aprueban la Congregación Salesiana en 1869, las Hijas de María Auxiliadora en 1872, y la Asociación de Cooperadores Salesianos en 1876.
Pío IX muere el 7 de febrero de 1878.
En 1907 el Papa Pío X autoriza la introducción de la causa de beatificación.

martes, 24 de agosto de 2010

FIESTA DE CEFERINO


El próximo domingo 29, en el Oratorio José María Videla de Las Heras celebramos todos la fiesta en honor del Beato Ceferino Namuncurá (cuyo día es el 26) junto con toda la comunidad.
A las 10 hs. será la procesión, a las 11 hs. la misa y culminaremos con el almuerzo a las 12 hs. Están todos invitados para festejar con toda la familia de Don Bosco a nuestro querido Ceferino.

lunes, 9 de agosto de 2010

Nuevo apostolado de una Cooperadora


CÁRITAS ARGENTINA

Un nuevo apostolado inicia Adriana, Cooperadora de nuestro centro. Tiene que ver con la atención de los que menos tienen colaborando con Cáritas parroquial. Concretamente en el ropero que llevan los voluntarios en la Parroquia Señor del Milagro y Virgen Niña de nuestra Ciudad.

Es por ello que nos deja esta información para tener en cuenta y avisar o colaborar:

FERIA DE ROPA AMERICANA

Jueves 12 de agosto (y todos los segundos jueves de mes)
de 16:30 a 18:30
en 9 de Julio 2850 de Ciudad.


Agradecemos desde ya su colaboración!!!

jueves, 5 de agosto de 2010

MEMORIAS DEL ORATORIO DE SAN FRANCISCO DE SALES


Fiesta de la Inmaculada Concepción y principio del Oratorio Festivo.

No bien había entrado a la Residencia Eclesiástica de S.Francisco, cuando ya estaba rodeado de muchachos que me seguían por calles y plazas y me perseguían hasta en la misma sacristía de la Iglesia del Convitto. Pero no podía dedicarme por completo a ellos, ya no había un local en donde reunirlos. Sin embargo, un acontecimiento bien simpático me dio ocasión de comenzar el proyecto que tenía en favor de los chicos callejeros de la ciudad y especialmente, de aquellos que salían de las cárceles.
El 8 de diciembre de 1841, día de la fiesta solemne de la Inmaculada Concepción de María, cuando estaba precisamente revistiéndome con los ornamentos sagrados para celebrar la Santa Misa, el sacristán, José Comotti, se percató de un chico que estaba en un rincón y lo llamó para que viniera a ayudarme la misa.
- No sé -le respondió sorprendido.
- Ven a ayudar -le insistió el otro.
- Pero si no sé -insistió el muchacho. -Nunca lo he hecho.
- Estúpido, ¿a qué has venido entonces a la sacristía? -le dijo el sacristán,
y agarrando el plumero, la emprendió a golpes con el mango, por las espaldas y la cabeza del pobre muchacho.
- ¿Qué hace? -le grité en alta voz -¿Por qué le pega así? ¿Qué ha hecho de malo?
- ¿A qué viene a la sacristía si no sabe ayudar a misa?
- ¿Y por eso tiene que pegarle?
- ¿Y a usted qué le importa?
- Mucho me importa porque es un amigo mío. Llámelo en seguida, que voy a hablar con él.

Se puso a llamarlo y a perseguirlo gritando: ¡Zoquete, tonto!, hasta lo¬grar traérmelo a punta de promesas de que no lo maltrataría más.

El chico llegó temblando y llorando por el dolor de la paliza.Le pregunté, entonces, de la manera más bondadosa:
- ¿Ya oíste misa?
- No -me respondió.
- Vamos, óyela ahora. Después vamos a hablar de algo que te va interesar mucho.

Me lo prometió. Yo quería hacerle menos dura la experiencia tenida y borrarle un poco la impresión desagradable que le había dejado el sacristán. Así que, una vez celebrada la misa y dada la acción de gracias, conduje al chico a una capilla pequeñita que hay allí y, tratando de mostrame sonriente, y asegurándole que ya no habría más golpes, le empecé a preguntar:
- Amigo, ¿cómo te llamas?
- Bartolomé Garelli.
- ¿De dónde eres?
- De Asti.
- ¿Vive tu papá?
- No, mi papá ya murió.
- Y ¿tu mamá?
- También murió.
- ¿Cuántos años tienes?
- Dieciséis.
- ¿Sabes leer y escribir?
- No sé nada.
- ¿Ya hiciste la primera comunión?
- Todavía no.
- ¿Te has confesado alguna vez?
- Sí, cuando era pequeño.
- ¿Vas al catecismo?
- Me da miedo.
- ¿Por qué?
- Porque los compañeros más pequeños saben el catecismo y yo no sé nada.
Me da vergüenza.
- Y si yo te lo enseñara aparte, ¿vendrías?
- Desde luego.
- ¿Podría ser aquí, en el coro?
- Siempre que no me vuelvan a pegar.
- ¡Tranquilo, nadie te va a hacer nada! Seremos amigos y nadie tendrá por qué meterse contigo. ¿Cuándo quieres que comencemos?
- Cuando quiera.
- ¿Esta tarde?
- Bueno.
- O, ¿Ahora mismo?
- Está bien, ahora mismo. Con mucho gusto.


Me levanté e hice la señal de la Santa Cruz para empezar, pero él no sabía hacerla. Todo el tiempo se me fue en enseñarle a hacer la señal de la cruz y en darle a conocer a Dios, nuestro Creador, y para qué nos había creado. Aunque le costaba, con la constancia y la atención que ponía, pudo en poco tiempo aprender las cosas necesarias para hacer una buena Confesión y la Primera Comunión.

A este primer alumno se sumaron poco a poco otros más, pero en aquel invierno me limité a los más grandecitos y que necesitaban una catequesis especial y, sobre todo, a los que salían de las cárceles. Fue entonces cuando por propia experiencia pude comprobar que si los mismos muchachos que salían de la cárcel encontraban a alguien que se ocupara de ellos, que los acompañara en los días en que estaban ociosos, les ayudara a buscar trabajo con honrados patrones y los visitara durante la semana, podían cambiar su vida en una vida honrada, olvidar el pasado y llegar a ser buenos cristianos y ciudadanos honestos. Así nació nuestro Oratorio el cual, con la bendición del Señor, se fue incrementando de una manera tal como yo nunca me hubiera podido imaginar.

martes, 3 de agosto de 2010

CARTA DE ROMA



Roma, 10 de mayo de 1884
Muy queridos hijos en Jesucristo:

Cerca o lejos, yo pienso siempre en vosotros. Uno solo es mi deseo: que seáis felices en el tiempo y en la eternidad. Este pensamiento y deseo me han impulsado a escribiros esta carta. Siento, queridos míos, el peso de estar lejos de vosotros, y el no veros ni oíros me causa una pena que no podéis imaginar. Por eso, habría deseado escribiros estas líneas hace ya una semana, pero las continuas ocupaciones me lo impidieron. Con todo, aunque falten pocos días para mi regreso, quiero anticipar mi llegada al menos por carta, ya que no puedo hacerlo en persona. Son palabras de quien os ama tiernamente en Jesucristo y tiene el deber de hablaros con la libertad de un padre. Me lo permitís, ¿no? Y me vais a prestar atención y poner en práctica lo que os voy a decir.

He dicho que sois el único y continuo pensamiento de mi mente. Pues bien, una de las noches pasadas, me había retirado a mi habitación y, mientras me disponía a entregarme al descanso, comencé a rezar las oraciones que me enseñó mi buena madre. En aquel momento, no sé bien si víctima del sueno o fuera de mí por alguna distracción, me pareció que se presentaban delante de mí dos antiguos alumnos del oratorio.

Uno de ellos se acercó y, saludándome afectuosamente, me dijo:
- Don Bosco, ¿me conoce?
- ¡ Pues claro que te conozco !, - le respondí.
- ¿ Y se acuerda aún de mí ? - añadió.
- De ti y de los demás. Tú eres Valfré, y estuviste en el oratorio antes de 1870.
- Oiga, continuó Valfré, - ¿quiere ver a los jóvenes que estaban en el oratorio en mis tiempos?
- Sí, házmelos ver, le contesté; me dará mucha alegría.

Entonces Valfré me mostró todos los jovencitos con el mismo semblante, edad y estatura de aquel tiempo. Me parecía estar en el antiguo oratorio en la hora de recreo. Era una escena llena de vida, movimiento y alegría. Quien corría, quien saltaba, quien hacía saltar a los demás; quien jugaba a la rana, quien a bandera, quién a la pelota. En un sitio había reunido un corrillo de muchachos pendientes de los labios de un sacerdote que les contaba una historia; en otro lado había un clérigo con otro grupo jugando al burro vuela o a los oficios. Se cantaba, se reía por todas partes; y por doquier, sacerdotes y clérigos; y alrededor de ellos, jovencitos que alborotaban alegremente. Se notaba que entre jóvenes y superiores reinaba la mayor cordialidad y confianza. Yo estaba encantado con aquel espectáculo. Valfré me dijo:

- Vea, la familiaridad engendra afecto, y el afecto, confianza. Esto es lo que abre los corazones, y los jóvenes lo manifiestan todo sin temor a los maestros, asistentes y superiores. Son sinceros en la confesión y fuera de ella, y se prestan con facilidad a todo lo que les quiera mandar aquel que saben que los ama.
Entonces se acercó a mí otro antiguo alumno que tenía la barba completamente blanca y me dijo:

- Don Bosco, ¿quiere ver ahora a los jóvenes que están actualmente en el Oratorio? (Era José Buzzetti).
- Sí, respondí, pues hace un mes que no los veo.

Y me los señaló. Vi el oratorio y a lodos vosotros que estabais en recreo. Pero ya no oía gritos de alegría y canciones, ya no veía aquel movimiento, aquella vida de la primera escena.

En los ademanes y en los rostros de algunos jóvenes se notaba aburrimiento, desgana, disgusto y desconfianza, que causaron pena a mi corazón. Vi, es cierto, a muchos que corrían y jugaban con dichosa despreocupación; pero otros - no pocos - estaban solos, apoyados en las columnas, presos de pensamientos desalentadores; otros andaban por las escaleras y corredores o estaban en los balcones que dan al jardín para no tomar parte en el recreo común; otros paseaban lentamente por grupos hablando en voz baja entre ellos, lanzando a una y otra parte miradas sospechosas y mal intencionadas; algunos sonreían, pero con una sonrisa acompañada de gestos que hacían no solamente sospechar, sino creer que san Luis habría sentido sonrojo de encontrarse en compañía de los tales; incluso entre los que jugaban había algunos tan desganados que daban a entender a las claras que no encontraban gusto alguno en el recreo.
- ¿Has visto a tus jóvenes? - me dijo el antiguo alumno.
- Sí que los veo, contesté suspirando.
- ¡Qué diferentes de lo que éramos nosotros antaño!, exclamó aquel viejo alumno.
- ¡Por desgracia! ¡Qué desgana en este recreo!
- De aquí proviene la frialdad de muchos para acercarse a los santos sacramentos, el descuido de las prácticas de piedad en la iglesia y en otros lugares; el estar de mala gana en un lugar donde la divina Providencia los colma de todo bien corporal, espiritual e intelectual. De aquí la no correspondencia de muchos a su vocación; de aquí la ingratitud para con los superiores; de aquí los secretitos y murmuraciones, con todas las demás consecuencias deplorables.
- Comprendo, respondí. Pero ¿cómo reanimar a estos queridos jóvenes para que vuelvan a la antigua vivacidad, alegría y expansión?
- Con el amor.
- ¿Amor? Pero ¿es que mis jóvenes no son bastante amados? Tú sabes cómo los amo. Tú sabes cuánto he sufrido por ellos y cuánto he tolerado en el transcurso de cuarenta anos, y cuánto tolero y sufro en la actualidad. Cuántos trabajos, cuántas humillaciones, cuántos obstáculos, cuántas persecuciones para proporcionarles pan, albergue, maestros, y especialmente para buscar la salvación de sus almas. He hecho cuanto he podido y sabido por ellos, que son el afecto de toda mi vida.
- No hablo de ti.
- ¿Pues de quién, entonces? ¿De quienes hacen mis veces: los directores, prefectos, maestros o asistentes? ¿No ves que son mártires del estudio y del trabajo y que consumen los anos de su juventud en favor de quienes les ha encomendado la divina Providencia?
- Lo veo, lo sé; pero no basta; falta lo mejor.
- ¿Qué falta, pues?
- Que los jóvenes no sean solamente amados, sino que se den cuenta de que se les ama.
- Pero, ¿no tienen ojos en la cara? ¿No tienen luz en la inteligencia? ¿No ven que cuanto se hace en su favor se hace por su amor?
- No, repito; no basta.
- Qué se requiere, pues?
- Que, al ser amados en las cosas que les agradan, participando en sus inclinaciones infantiles, aprendan a ver el amor en aquellas cosas que naturalmente les agradan poco, como son la disciplina, el estudio, la mortificación de sí mismos, y que aprendan a hacer estas cosas con amor.
- Explícate mejor.
- Observe a los jóvenes en el recreo.
- Observé. Después dije:
- ¿Qué hay que ver de especial?
- ¿Tantos años educando a la juventud y no comprende? Observe mejor. ¿Dónde están nuestros salesianos?

Me fijé y vi que eran muy pocos los sacerdotes y clérigos que estaban mezclados entre los jóvenes, y muchos menos los que tomaban parte en sus juegos. Los superiores no eran ya el alma de los recreos. La mayor parte de ellos paseaban, hablando entre sí, sin preocuparse de lo que hacían los alumnos; otros jugaban, pero sin pensar para nada en los jóvenes; otros vigilaban de lejos, sin advertir las faltas que se cometían; alguno que otro corregía a los infractores, pero con ceño amenazador y raramente. Había algún salesiano que deseaba introducirse en algún grupo de jóvenes, pero vi que los muchachos buscaban la manera de alejarse de sus maestros y superiores.

Entonces mi amigo continuó:
- En los primeros tiempos del oratorio, ¿usted no estaba siempre con los jóvenes, especialmente durante el recreo? ¿Recuerda aquellos hermosos años? Era una alegría de paraíso, una época que recordamos siempre con cariño, por que el amor lo regulaba todo, y nosotros no teníamos secretos para usted.
- ¡Cierto! Entonces todo era para mí motivo de alegría, y en los jóvenes entusiasmo por acercárseme y quererme hablar; existía verdadera ansiedad por escuchar mis consejos y ponerlos en práctica. Ahora, en cambio, las continuas audiencias, mis múltiples ocupaciones y la falta de salud me lo impiden.
- De acuerdo; pero si usted no puede, ¿por qué no le imitan sus salesianos? ¿Por qué no insiste y exige que traten a los jóvenes como los trataba usted?
- Yo les hablo e insisto hasta cansarme, pero desgraciadamente muchos no se sienten con fuerzas para arrostrar las fatigas de antaño.
- Y así, descuidando lo menos, pierden lo más; y este más son sus fatigas. Que amen lo que agrada a los jóvenes, y los jóvenes amarán lo que les gusta a los superiores. De esta manera, el trabajo les será llevadero. La causa del cambio presente del oratorio es que un grupo de jóvenes no tiene confianza con los superiores. Antiguamente los corazones todos estaban abiertos a los superiores, a quienes los jóvenes amaban y obedecían prontamente. Pero ahora, los superiores son considerados sólo como tales y no como padres, hermanos y amigos; por tanto, son temidos y poco amados. Por eso, si se quiere formar un solo corazón y una sola alma por amor a Jesús, hay que romper esa barrera fatal de la desconfianza y sustituirla por la confianza cordial. Así pues, que la obediencia guíe al alumno como la madre a su hijo. Entonces reinará en el oratorio la paz y la antigua alegría.
- ¿Cómo hacer, pues, para romper esta barrera?
- Familiaridad con los jóvenes, especialmente en el recreo. Sin familiaridad no se demuestra el afecto, y sin esta demostración no puede haber confianza. El que quiere ser amado debe demostrar que ama. Jesucristo se hizo pequeño con los pequeños y cargó con nuestras enfermedades. ¡He aquí el maestro de la familiaridad! El maestro al cual sólo se ve en la cátedra es maestro y nada más; pero, si participa del recreo de los jóvenes, se convierte en un hermano. Si a uno se le ve en el púlpito predicando, se dirá que no hace más que cumplir con su deber, pero, si dice en el recreo una buena palabra, es palabra de quien ama. ¡Cuántas conversiones no se debieron a alguna de sus palabras dichas de improviso al oído de un jovencito mientras se divertía! El que sabe que es amado, ama, y el que es amado lo consigue todo, especialmente de los jóvenes. Esta confianza establece como una corriente eléctrica entre jóvenes y superiores. Los corazones se abren y dan a conocer sus necesidades y manifiestan sus defectos. Este amor hace que los superiores puedan soportar las fatigas, los disgustos, las ingratitudes, las molestias, las faltas y las negligencias de los jóvenes. Jesucristo no quebró la cana ya rota ni apagó la mecha humeante. He aquí vuestro modelo. Entonces no habrá quien trabaje por vanagloria; ni quien castigue por vengar su amor propio ofendido; ni quien se retire del campo de la asistencia por celo a una temida preponderancia de otros; ni quien murmure de los otros para ser amado y estimado de los jóvenes, con exclusión de todos los demás superiores, mientras, en cambio, no cosecha más que desprecio e hipócritas zalamerías; ni quien se deje robar el corazón por una criatura y, para adular a ésta, descuide a todos los demás jovencitos; ni quienes por amor a la propia comodidad, dejen a un lado el gravísimo deber de la vigilancia, ni quien por falso respeto humano, se abstenga de amonestar a quien necesite ser amonestado. Si existe este amor efectivo, no se buscará más que la gloria de Dios y el bien de las almas. Cuando languidece este amor, es que las cosas no marchan bien. ¿Por qué se quiere sustituir el amor por la frialdad de un reglamento? ¿Por qué los superiores dejan de cumplir las reglas que Don Bosco les dicto? ¿Por qué el sistema de prevenir desórdenes con vigilancia y amor se va reemplazando poco a poco por el sistema, menos pesado y más fácil para el que manda, de dar leyes que se sostienen con castigos, encienden odios y acarrean disgustos, y si se descuida el hacerlas observar, producen desprecio para los superiores y son causa de desórdenes gravísimos?

Esto sucede necesariamente si falta familiaridad. Si, por tanto, se desea que en el Oratorio reine la antigua felicidad, hay que poner en vigor el antiguo sistema: El superior sea todo para todos, siempre dispuesto a escuchar toda duda o lamentación de los jóvenes, todo ojos para vigilar paternalmente su conducta, todo corazón para buscar el bien espiritual y temporal de aquellos a quienes la Providencia ha confiado a sus cuidados. Entonces los corazones no permanecerán cerrados ni reinarán ya ciertos secretitos que matan. Sólo en caso de inmoralidad sean los superiores inflexibles. Es mejor correr el peligro de alejar de casa a un inocente que quedarse con un escandaloso. Los asistentes consideren como un gravísimo deber de conciencia el referir a los superiores todo lo que sepan que de algún modo ofende a Dios.

Entonces yo pregunté.
- Cuál es el medio principal para que triunfe semejante familiaridad y amor y confianza?
- La observancia exacta del reglamento de la casa.
- ¿Y nada más?
- El mejor plato en una comida es la buena cara.

Mientras mi antiguo alumno terminaba de hablar así y yo seguía contemplando con verdadero disgusto el recreo, poco a poco me sentí oprimido por un gran cansancio que iba en aumento. Esta opresión llegó a tal punto, que no pudiendo resistir por más tiempo, me estremecí y me desperté. Me encontré de pie junto a mi lecho. Mis piernas estaban tan hinchadas y me dolían tanto, que no podía estar de pie. Era ya muy tarde; por ello, me fui a la cama decidido a escribir estos renglones a mis queridos hijos.

Yo no deseo tener estos sueños, porque me cansan demasiado.

Al día siguiente me sentía agotado; no veía la hora de irme a la cama por la noche. Pero he aquí que, apenas me acosté, comenzó de nuevo el sueño.

Tenía ante mí el patio, los jóvenes que están actualmente en el oratorio y el mismo antiguo alumno. Comencé a preguntarle:
- Lo que me dijiste se lo haré saber a mis salesianos; pero, ¿qué debo decir a los jóvenes del Oratorio?
- Me respondió:
- Que reconozcan lo mucho que trabajan y estudian los superiores, maestros y asistentes por amor a ellos, pues si no fuese por su bien, no se impondrían tantos sacrificios; que recuerden que la humildad es la fuente de toda tranquilidad; que sepan soportar los defectos de los demás, pues la perfección no se encuentra en el mundo, sino solamente en el paraíso; que dejen de murmurar, pues la murmuración enfría los corazones; y, sobre todo, que procuren vivir en la santa gracia de Dios. Quien no vive en paz con Dios, no puede tener paz consigo mismo ni con los demás.
- ¿Entonces me dices que hay entre mis jóvenes quienes no están en paz con Dios?
- Esta es la primera causa del malestar, entre las otras que tú sabes y debes remediar sin que te lo tenga que decir yo ahora. En efecto, sólo desconfía el que tiene secretos que ocultar, quien teme que estos secretos sean descubiertos, pues sabe que le acarrearía vergüenza y descrédito. Al mismo tiempo, si el corazón no está en paz con Dios, vive angustiado, inquieto, rebelde a toda obediencia, se irrita por nada, se cree que todo marcha mal, y como él no ama, Juzga que los superiores tampoco le aman a él.
- Pues, con todo, ¿no ves amigo mío, la frecuencia de confesiones y comuniones que hay en el oratorio?
- Es cierto que la frecuencia de confesiones es grande, pero lo que falta en absoluto en muchísimos jóvenes que se confiesan es la firmeza en los propósitos. Se confiesan, pero siempre de las mismas faltas, de las mismas ocasiones próximas, de las mismas malas costumbres, de las mismas desobediencias, de las mismas negligencias en el cumplimiento de los deberes. Así siguen meses y meses e incluso anos, y algunos llegan hasta el final de los estudios. Tales confesiones valen poco o nada; por tanto, no proporcionan la paz, y si un jovencito fuese llamado en tal estado al tribunal de Dios, se vería en un aprieto.
- ¿Hay muchos de esos en el oratorio?
- Pocos, en comparación con el gran número de jóvenes que hay en casa. Fíjate. - Y me los iba indicando.
- Miré, y vi uno por uno a aquellos jóvenes. Pero, en estos pocos, vi cosas que amargaron grandemente mi corazón. No quiero ponerlas por escrito, pero cuando vuelva quiero comunicarlas a cada uno de los interesados. Ahora os diré solamente que es tiempo de rezar y de tomar firmes resoluciones; de hacer propósitos no de boca, sino con los hechos, y de demostrar que los Comollo, los Domingo Savio, los Besucco y los Saccardi viven todavía entre nosotros.

Por último pregunté a aquel amigo mío:

- ¿Tienes algo más que decirme?
- Predica a todos, mayores y pequeños, que recuerden siempre que son hijos de María Santísima Auxiliadora. Que ella los ha reunido aquí para librarlos de los peligros del mundo, para que se amen como hermanos y den gloria a Dios y a ella con su buena conducta; que es la Virgen quien les provee de pan y de cuanto necesitan para estudiar con innumerables gracias y portentos. Que recuerden que están en vísperas de la fiesta de su Santísima Madre y que, con su auxilio, debe caer la barrera de la desconfianza que el demonio ha sabido levantar entre jóvenes y superiores, y de la cual sabe aprovecharse para ruina de algunas almas.
- ¿Y conseguirernos derribar esta barrera?
- Sí, ciertamente, con tal de que mayores y pequeños estén dispuestos a sufrir alguna pequeña mortificación por amor a María y pongan en práctica cuanto he dicho.

Entretanto yo continuaba observando a mis jovencitos, y ante el espectáculo de los que veía encaminarse a su perdición eterna, sentí tal angustia en el corazón que me desperté. Querría contaros otras muchas cosas importantísimas que vi; pero el tiempo y las circunstancias no me lo permiten.

Concluyo: ¿Sabéis qué es lo que desea de vosotros este pobre anciano que ha consumido toda su vida por sus queridos jóvenes? Pues solamente que, guardadas las debidas proporciones, vuelvan a florecer los días felices del antiguo oratorio. Los días del amor y la confianza entre jóvenes y superiores; los días del espíritu de condescendencia y de mutua tolerancia por amor a Jesucristo; los días de los corazones abiertos con tal sencillez y candor, los días de, la caridad y de la verdadera alegría para todos. Necesito que me consoléis dándome la esperanza y la palabra de que vais a hacer todo lo que deseo para el bien de vuestras almas.

Vosotros no sabéis apreciar la suerte de estar acogidos en el oratorio. Os aseguro, delante de Dios, que basta que un joven entre en una casa salesiana para que la Santísima Virgen lo torne enseguida bajo su especial protección. Pongámonos, pues, todos de acuerdo. La calidad de los que mandan y la caridad de los que deben obedecer haga reinar entre nosotros el espíritu de san Francisco de Sales. Queridos hijos míos, se acerca el tiempo en que tendré que separarme de vosotros y partir para mi eternidad. (Nota del secretario: Al llegar aquí, Don Bosco dejó de dictar; sus ojos se inundaron de lágrimas, no a causa del disgusto, sino por la inefable ternura que se reflejaba en su rostro y en sus palabras; unos instantes después continuó): Por tanto, mi mayor deseo, queridos sacerdotes, clérigos y jóvenes, es dejaros encaminados por la senda del Señor, que Él mismo desea para vosotros.

Con este fin, el Santo Padre, al cual he visto el viernes, 9 de mayo, os envía de todo corazón su bendición. El día de María Auxiliadora me encontraré en vuestra compañía ante la imagen de nuestra amorosísima Madre. Quiero que esta gran fiesta se celebre con toda solemnidad: que don José y don Segundo se encarguen de que la alegría reine también en el comedor. La festividad de María Auxiliadora debe ser el preludio de la fiesta eterna que hemos de celebrar todos juntos un día en el paraíso.

Vuestro afectísimo amigo en Jesucristo
JUAN BOSCO, Pbro.

viernes, 25 de junio de 2010

El Padre Misericordioso (Tema de nuestra reunión del 25/6)


EL CUADRO "EL REGRESO DEL HIJO PRÓDIGO" DE REMBRANDT (1606-1669)
Comentario a tenor del libro "EL REGRESO DEL HIJO PRÓDIGO. Reflexiones ante un cuadro de Rembrandt"
de Henri J. Nouwen, PPC, Madrid, 1993. 26 ediciones.

1.- Rembrandt Harmenszoom von Rijn.- Rembrandt, pintor holandés, es uno de los principales autores de toda la historia de la pintura. Vive entre 1606 y 1669. Es el maestro del claroscuro y uno de los más caracterizados pintores del barroco.

Llevó una vida azarosa, inestable, conflictiva y dura. Se casó dos veces y, al final, vivió con una mujer que no era su esposa, tras graves problemas familiares. Un año antes de su muerte falleció su hijo Tito. Esta muerte era el final de una trágica historia de muertes en la familia de Rembrandtm, que hubo de enterrar, a lo largo de su vida, a tres hijas, dos hijas, una esposa y otras dos mujeres.

Estuvo arruinado en varias ocasiones. Un aspecto importante en su vida, en el ambiente permisivo de Amsterdam, fue su tolerancia religiosa - estuvo cerca de algunas sectas protestantes y fue muy proclive a los judíos, a quienes pintó en distintas ocasiones- y, al final de su días, vivió una sincera y quizás angustiada y atormentada búsqueda de Dios.

2.- El cuadro "El regreso del hijo pródigo".- Es quizás su última obra, pintado al final de su vida, en el año 1669. Es su testamento. Denota el largo camino de la vida del autor. Contrasta con otras imágenes de la juventud de Rembrandt en medio de un burdel, feliz y dichoso en su ser hijo pródigo (1636). Ahora diríase que quiere ser el Padre de la parábola, después de haber sido tantas veces hijo pródigo. ¿Autoretrato?

Es una cuadro de grandes proporciones -2,50X2 metros-. En 1766 fue adquirido por la Zarina Catalina la Grande e instalado en la Residencia de los Zares en San Petesburgo, capital de la Rusia Zarista, en lo que hoy es el Museo Hermitage.

3.- Descripción del cuadro.- El cuadro, pintado en esplendorosa técnica del claroscurso y del tenebrismo -rasgos definidores de la pintura barroca- representa dos grupos de personajes. A la derecha del cuadro, el abrazo entre un anciano y un joven harapiento, y a la izquierda, cuatro espectadores u observadores de la escena -dos hombres y dos mujeres-.

El cuadro, como se acaba de decir, se completa con otros tres personajes. Uno de ellos aparece sentado, golpeándose sel pecho. Podría ser la imagen del administradoir o el recaudor de impuesto, imagen que suele simbolizar el pecado.

Destaca en el cuadro la luz centrada sobre la abrazo entre los protagonistas de la escena. También aparece iluminado uno de los cuatro espectadores, en el que surge en el extremo izquierda.

La luz emana del anciano -el Padre de la parábola del hijo pródigo- y vuelve hacia él.

Destaca asimismo el juego de colores: la gran túnica roja del Padre, el traje roto en dorado del joven -el hijo pródigo- y el traje similar al del padre del espectador principal -el hijo mayor de la parábola-. El fondo es oscuro a fin de que resalte más la luz de la escena principal.
4.- Algunos rasgos y simbolismos más acusados.- La luz es la "clave" pictórica y espiritual del cuadro. La luz encuelve el cuadro. La luz señalará los principales mensajes. La luz nos permitirá, además, ver a Dios cara a cara, cómo es. "Muéstrame tu rostro, Señor". Una contemplación serena y completa del cuadro nos permitirá repasar la historia de la salvación.

4.1.- Los rostros y las miradas:

Merece contemplarse con detenimiento el rostro del Padre, que se muestra íntegro, y los rostros de los dos hermanos, que sólo aparecen en una de la faces. Especialmente significativo será el rostro, casi fetal, del hijo menor.

El Padre: Es el rostro de un anciano digno y señorial. ¿Autoretrato de Rembrandt? La mirada del Padre aparece cansada, casi ciega, pero llena de gozo y de emoción contenidas. Es mirada que acoge, que sana, que perdona, que libera.

El hijo menor: La cara del hijo menor trasluce anonadamiento y petición de perdón. Es un rostro al que sólo se le ve una faz, un tanto deforme, a modo del rostro de un feto. Es signo del regreso del hijo menor al regazo del Padre-Madre.

El pelo rapado le priva de individualización, lo hace uno más -como en los cuarteles o campos de concretación que cortan el pelo a todos por el igual-.

El único signo de dignidad que le queda es una espada, que porta, atada, a la altura de la cintura. Es el testimonio de su origen, el único vínculo que le queda de su historia, la única realidad que todavía le une al Padre.

Lleva las sandalias rotas, desgastadas. Ya no sirven. Con todo, el pie derecho va todavía más desguarnecido. Las manos del Padre jugarán también un especial paralelismo con los pies desnudos de su hijo menor, protegiendo, sanando, apoyando.

El hijo menor todavía desconfía del amor del Padre. No quiere mostrar íntegro su rostro, sus intenciones -"Me pondre en camino y le dire...¡Padre, he pecado contra el cielo y contra tí!...Trátame como a uno de tus jornaleros".

El hijo menor salío del hogar del Padre y se marchó a un país lejano. Ahora el Padre-Madre, con sus manos, con su cuerpo, con su manto, lo acoge y lo introduce en su seno misericordioso. La vida es una vuelta a Dios:"Nos hiciste, Señor, para ty y nuestro corazón no descansará hasta que vuelva tí".

El hijo mayor: El rostro del hermano mayor aparece resignado, escéptico y juez. El hijo mayor, correctamente ataviado, surge en el cuadro desde la distancia. Como el Padre, lleva barba y túnica roja, que, sin embargo, está bastante más apagada. Le falta brillo y, sobre todo, grandeza y dignidad.

Su presencia es rígida, erguida. Está apoyado por un largo bastón, que lo hace más grande, más lejano, más sombrío.

Su mirada es un tanto enigmática, con carga y fuerza contenidas.

Se mantiene a distancia. Mira de reojo.

Sus pies y sus manos: Está de pie mientras que el hermano menor está de rodillas y el padre está agachado. Tiene las manos cerradas, frente a las manos abiertas del Padre y de su hermano.

Merece también compararse el calzado firme y correcto del hermano mayor frente al calzado roto e inseguro de su hermano.

La "lejanía" del hijo mayor, su ser también "hijo pródigo" se traduce, en este caso, en la envidía, en la falta de coraje y de valentía para irse. Emblematiza actitudes de crítica, de rechazo, de resentimiento, de autosuficiencia y autocomplacencia. Es la amargura de "sabérselo" todo. Son los celos, el juicio, la condena, la severidad para juzgar a los demás. Estas actitudes "pródigas" y extraviadas son mucho más difíciles de detectar y de corregir que cuando son pecados y faltas explícitas.

El hijo mayor representa la queja constante y amarga. Quejarse es contraproducente. Suele provocar más rechazo. Mientras tanto, la respuesta del Padre es la misma: el amor misericordioso, la acogida plena: "Hijo --, tú siempre estás conmigo...(Niño...Jesucristo...). Todo lo mío es tuyo".

4.2.- La fuerza del abrazo y de las manos del Padre:

La centralidad del cuadro, el abrazo del reencuentro entre el Padre y el hijo menor, emana intimidad, cercanía, gozo, reconciliación, acogida. El Padre estrecha y acerca al hijo menor a su regazo -vuelta al hogar materno- y a su corazón, y el hijo, harapiento y casi descalzo, se deja acoger, abrazar y perdonar.

El manto que viste el Padre hace como arco, que cobija y acoge. El manto expresa la figura figura de la gallina que extiende las alas y acoge a los polluelos.

El Padre impone con fuerza y con ternura las manos sobre su hijo menor. Son manos que acogen, que envuelven, que sanan -el simbolismo del gesto cristiano y religioso de la imposición de las manos-. Las manos del Padre son las manos del varon y de la mujer. Es el Dios Padre-Madre. La mano izquierda, rugosa y firme, es la mano del Padre; la mano derecha, elegante y fina, es la mano de la Madre.

El centro del cuadro, el centro de la luz que lo ilumina, descansa más precisamente aún sobre las manos. Las manos del Padre sobre la espalda del hijo menor son el corazón del cuadro. Hacia ella se dirige la mirada de todos los personajes. Son manos de amor, de descanso de acogida

4.3.- Simbolismo e interpelación:

El cuadro nos interpela acerca de nuestra propia vida cristiana en clave de hijo menor -¡tantas idas y venidas!, ¡tanto buscarnos sólo a nosotros mismos, raíz del pecado!, ¡tantas mediocridades y faltas!- y de hijo mayor -el que todo lo sabe, el perfecto, el bien ataviado, el responsable, el cumplidor, el irreprensible, el juez que también se busca sólo a sí mismo y está lleno de soberbia soterrada- que cada uno de nosotros podemos llevar encima y ser.

Nos llama y nos urge a ser el Padre de la parábola, en la acogida, en el perdón, en el amor, en la reconciliación plena y gozosa, sin pedir explicaciones, no exigir nada, sólo dando. El cuadro expresa el gozo inefable de la vuelta a casa, del regreso al hogar. ¡Yo soy casa de Dios! Todos y cada podemos ser mutuamente el Padre que acoge, perdona y ama.
5.- Otras consideraciones sobre esta parábola.-

5.1.- La mejor de las parábolas:

Es, sin duda, la bella y conocida de las parábolas del Evangelio. Es quizás la que mejor expresa quién es Dios y cómo es el hombre. Se encuentra el capítulo 15, versículos 11-32, del Evangelio de San Lucas.

Otros nombres que podrían tener esta parábola son: "la parábola de los dos hijos pródigos", "la parábola del Padre y de los dos hermanos", "la parábola de la bienvenida del Padre misericordioso". Esta parábola es la mejor expresión humana de la compasión divina.

5.2.-Los cuatro símbolos que usa el Padre:

El anillo: Signo de filiación, ahora reencontrada.

Las sandalias: Signo de la libertad recuperada. En la cultura hebrea y antigua, los esclavas iban descalzos; los hombres libres, iban calzados con sandalias.

El traje nuevo: Signo del cambio y de la reconciliación. Imprescindible para una vida nueva y para la fiesta que después llegará.

El sacrificio del mejor novillo: Preanuncio del sacrificio del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo y signo de la fiesta, a la que acompañarán la música y los amigos. Es expresión de la fiesta de la reconciliación.

La ropa del honor y de la dignidad, el calzado de la seguridad y del prestigio y el anillo de la filiación y de la herencia, enmarcado todo ello en el abrazo de la acogida y en la invitación a la fiesta y a la comida compartidas como expresión de intimidad, gozo, celebración y comunicación.

5.3.- Referencias bibliográficas:

"EL REGRESO DEL HIJO PRÓDIGO. Reflexiones ante un cuadro de Rembrandt" de Henri J. Nouwen, PPC, Madrid, 1993. 23 ediciones.

"EL PADRE DEL HIJO PRÓDIGO", de José Mª Cabodevilla, BAC.

Carta Enclícica del Papa Juan Pablo II "DIVES IN MISERICORDIA", Capítulo IV, 30 de Noviembre de 1980.
(En esta Encíclica, el Papa Juan Pablo II presenta el proceso de conversión del hijo pródigo como el camino en búsqueda de la dignidad perdida, de la humanidad mancillada, de la filiación despreciada y desperdiciada.

El hijo pródigo es el hombre de todos los tiempos que rompe, que se aleja, que peca. Es también el hombre de todos los tiempos que busca el perdón, por que en el pecado se ha hundido a sí mismo; se ha alejado de su misma identidad y realidad; y vilipendiado la herencia auténtica que le corresponde.

Este estado de ánimo del hijo pródigo cuando decide volver y pide ser tratado, no ya como hijo sino uno de los jornaleros de su padre, "nos permite conocer con exactitud en qué consiste la misericordia divina". El padre se mantiene fiel a su paternidad, fiel al amor. "El padre es consciente de que se ha salvado un bien fundamental:el bien de la humanidad de su hijo. Si bien este había malgastado el patrimonio, no obstante ha quedado a salvo su humanidad. Es más, ésta ha sido, de algún modo, encontrada de nuevo".

Esta misericordia del padre hacia el hijo sólo puede ser entendida correctamente desde . Desde , como el ocurrió al hermano mayor, podemos percibir desigualdad y hasta injusticia. "La parábola del hijo pródigo- añade el Papa- demuestra cuán diversa es la realidad:la relación de misericordia se funda en la común experiencia de aquel bien que es el hombre, sobre la común experiencia de la dignidad que el es propia".

"La parábola del hijo pródigo expresa de manera sencilla, pero profunda la realidad de la conversión. Esta es la expresión más concreta de la obra del amor y de la presencia de la misericordia en el mundo humano. El significado verdadero y propio de la misericordia en el mundo no consiste únicamente en la mirada, aunque sea la más penetrante y compasiva, dirigida al mal moral, físico o material:la misericordia -concluye Juan Pablo II- se manifiesta en su aspecto verdadero y propio, cuando revalida, promueve y extrae el bien de todas las formas de mal existentes en el mundo y en el hombre".)

lunes, 14 de junio de 2010

La devoción de la Iglesia al Sagrado Corazón


La oración de la Iglesia venera y honra al Corazón de Jesús, como invoca su Santísimo Nombre. Adora al Verbo encarnado y a su Corazón que, por amor a los hombres, se dejó traspasar por nuestros pecados.

Catecismo de la Iglesia Católica, 2669

Jesús, durante su vida, su agonía y su pasión nos ha conocido y amado a todos y a cada uno de nosotros y se ha entregado por cada uno de nosotros: "El Hijo de Dios me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Ga 2, 20). Nos ha amado a todos con un corazón humano. Por esta razón, el sagrado Corazón de Jesús, traspasado por nuestros pecados y para nuestra salvación (cf. Jn 19, 34), "es considerado como el principal indicador y símbolo...del amor con que el divino Redentor ama continuamente al eterno Padre y a todos los hombres (Pío XII, Enc."Haurietis aquas": DS 3924; cf. DS 3812).

Catecismo de la Iglesia Católica, 478

jueves, 3 de junio de 2010

Las Doce Promesas del Sagrado Corazón


En mayo de 1673, el Corazón de Jesús le dio a Santa Margarita María para aquellas almas devotas a su Corazón las siguientes promesas:

Les daré todas las gracias necesarias para su estado de vida.

* Les daré paz a sus familias.

* Las consolaré en todas sus penas.

* Seré su refugio durante la vida y sobre todo a la hora de la muerte.

* Derramaré abundantes bendiciones en todas sus empresas.

* Los pecadores encontrarán en mi Corazón un océano de misericordia.

* Las almas tibias se volverán fervorosas.

* Las almas fervorosas harán rápidos progresos en la perfección.

* Bendeciré las casas donde mi imagen sea expuesta y venerada.

* Otorgaré a aquellos que se ocupan de la salvación de las almas el don de mover los corazones más endurecidos.

* Grabaré para siempre en mi Corazón los nombres de aquellos que propaguen esta devoción.

* Yo te prometo, en la excesiva misericordia de mi Corazón, que su amor omnipotente concederá a todos aquellos que comulguen nueve Primeros Viernes de mes seguidos, la gracia de la penitencia final: No morirán en desgracia mía, ni sin recibir sus Sacramentos, y mi Corazón divino será su refugio en aquél último momento.

jueves, 27 de mayo de 2010

Queremos ver a Jesús! Como discípulos auténticos y apóstoles apasionados llevamos el Evangelio a los jóvenes.


Educar y evangelizar a los jóvenes

Quisiera invitar a todos los miembros de la Familia Salesiana a convertirse cada vez más en discípulos enamorados y en apóstoles entusiastas de Jesús y a comprometerse en la educación y evangelización de los jóvenes.
El compromiso evangelizador es fruto de la identidad del discípulo que, después de haberse decidido al seguimiento de Cristo, se convierte en su representante personal y en ardiente misionero.
Los salesianos realizamos nuestra misión de evangelizar educando y educar evangelizando, pero la educación es auténtica cuando es respetuosa de todas las dimensiones del joven, y cuando está claramente orientada a la formación integral de la persona, abriéndola a la trascendencia. Por su parte ls evangelización tiene en sí misma un fuerte valor educativo, precisamente porque busca la transformación de la mente y del corazón, la creación de una nueva persona, fruto de su configuración con Cristo.

P.V.A., (E) Art. 9. Servicio de educación cristiana

1. Los Salesianos Cooperadores llevan por todas partes la preocupación de educar y evangelizar, como hacía Don Bosco, para formar “honrados ciudadanos y buenos cristianos, un día felices moradores del cielo”, convencidos de estar siempre en camino hacia una mayor madurez humana y cristiana.
2. Comparten con los jóvenes el gusto de vivir con autenticidad los valores de la verdad, la libertad, la justicia, el sentido del bien común y del servicio.
3. Educan a los jóvenes para que encuentren, en la fe y en los sacramentos, a Cristo Resucitado, a fin de que en Él hallen el sentido de la vida y crezcan como hombres y mujeres nuevos.
4. Se comprometen a ayudar a los jóvenes a madurar proyectos de vida capaces de moverlos a dar testimonio de su presencia cristiana y salesiana en la Iglesia y la sociedad.

Discípulos de Cristo enviados al mundo

La vocación de todo cristiano es ser discípulo. Ninguno puede sustraerse a esa misión. Estamos llamados a ser evangelizadores.
Evangelizar significa añadir una levadura con una alegría tal que cambie la mentalidad y el corazón de las personas y, a través de ellas, las estructuras sociales, de manera que sean concordes con el designio de Dios.
Antes de pensar los medios y modos de la evangelización, es necesario tener un motivo, es decir, estar enamorados de Dios, haber realizado la experiencia de su amistad y de su intimidad.

P.V.A., (E) Art. 22. Presencia salesiana en el mundo

1. Los Salesianos Cooperadores se sienten “íntimamente solidarios” con el mundo en que viven y en el que están llamados a ser luz y fermento. Creen en los recursos interiores de la persona. Comparten los valores de la propia cultura y trabajan porque ésta sea guiada por los valores del humanismo cristiano.
Promueven las novedades con estilo crítico cristiano. Integran en su vida “todo lo que es bueno”, poniéndose a la escucha, sobre todo, de los jóvenes.
2. Ante los múltiples desafíos y dificultades en que están llamados a trabajar, adoptan una actitud constructiva. Se esfuerzan por construir y difundir en la sociedad una verdadera cultura de la solidaridad y de la acogida.

Los jóvenes quieren ver a Jesús

La evangelización es auténtica cuando lleva al encuentro con la persona de Jesús y es eficaz cuando comunica la salvación que Dios ha querido darnos en el Hijo. La persona es evangelizada cuando encuentra y acoge a la persona de Jesús. Jesús tiene también hoy necesidad de discípulos que lleguen a descubrir en el corazón de la gente, un deseo no siempre explícito de ver al Señor. Sólo el discípulo que ya está cercano puede descubrir entre los que le buscan, quién desea realmente encontrarlo. Los jóvenes, abrumados por la supremacía del relativismo, tienen necesidad, no siempre sentida ni expresada, de guías pacientes y comprensivos.

P.V.A. (R) Art. 11. Estilo de acción

1. Don Bosco fue un hombre práctico y emprendedor, trabajador incansable y creativo, movido por una constante y profunda vida interior. Los Salesianos Cooperadores, fieles a su espíritu y atentos a la realidad, poseen el sentido de lo concreto. Distinguen los signos de los tiempos, y con espíritu de iniciativa, se esfuerzan por dar respuestas adecuadas a las principales necesidades juveniles que provienen del ambiente y de la sociedad. Están dispuestos a revisar y adaptar constantemente su propia acción.

2. Realizan su actividad con una actitud contemplativa que los impulsa a buscar y reconocer el misterio de la presencia de Dios en la realidad cotidiana, y el rostro de Cristo en los hermanos. En consecuencia, afrontan con serenidad las dificultades de la vida, las alegrías y los sufrimientos y aceptan la cruz que conlleva el trabajo apostólico.

jueves, 6 de mayo de 2010

¿Por qué buscan entre los muertos al que vive?


Nota de El Salesiano Cooperador de Abril

María Magdalena y las santas mujeres, que iban a embalsamar el cuerpo de Jesús enterrado a prisa el Viernes Santo por la llegada del sábado, fueron las primeras en encontrar al Resucitado. Así las mujeres fueron las primeras mensajeras de la Resurrección de Cristo para los propios apóstoles. Jesús se apareció enseguida a ellos también, primero a Pedro, después a los Doce.
La fe en la Resurrección tiene por objeto un acontecimiento a la vez históricamente atestiguado por los discípulos que se encontraron realmente con el Resucitado, y misteriosamente trascendente en cuanto entrada de la humanidad de Cristo en la gloria de Dios.
Cristo, “el primogénito de entre los muertos” (Col 1,18), es el principio de nuestra propia resurrección, ya desde ahora por la justificación de nuestra alma, más tarde por la vivificación de nuestro cuerpo.