viernes, 25 de febrero de 2011

SANTOS LUIS VERSIGLIA Y CALIXTO CARAVARIO

5 de junio de 1873/18 de junio de 1903 - 25 de febrero de 1930
Celebración: 13 de noviembre
         En los primeros días de febrero de 1930 llegó al centro misionero salesiano de Shiu-chow el jovencísimo misionero don Calixto Caravario (veintiséis años). Venía de la pequeña comunidad cristiana de Un-Chow, la más alejada del centro de la misión. Tenía que acompañar al obispo mons. Versiglia (cincuenta y siete años) a visitar sus dos escuelitas y sus 200 cristianos, pequeña semilla en una ciudad de 40.000 habitantes, atormentada y devastada por una interminable guerra civil.

         Les salieron al encuentro haciéndoles fiesta varios niños que don Caravario había salvado del caos y de la miseria, llevándolos al orfanatorio y al Instituto Don Bosco de Shiu-chow.

         23 de febrero. Los equipajes para el viaje están preparados: una veintena de paquetes con cosas de toda clase: vestidos, ornamentos sagrados y materiales enviados por la caridad de los bienhechores de Italia, la comida necesaria para el viaje de siete personas, que deberá servir para ocho días (para recorrer una distancia de 90 kilómetros).

         Los hermanos salesianos han visto a don Caravario preocuparse de todo aquel equipaje y he felicitan alegremente: "¡Cuánta gracia de Dios!". Y él, con su amable sonrisa de siempre: "¡Con tal de que no vaya a parar todo a la boca del lobo!".

         Luego, levantando los hombros: "¡De todos modos, hágase la voluntad del Señor!". Todos saben que esta última expresión es la habitual de don Caravario, "el santito". Por aquellos días don Caravario escribió una larga carta a su madre, que estaba en Turín, con fecha del 13 de febrero. (Tengo que hacer notar enseguida que este relato ha sido reconstruido rigurosamente sobre las declaraciones juradas de los testigos oculares que fueron interrogados en el "proceso de santificación".)

         Partida al alba del 24 de febrero. Levantarse a las cuatro, santa misa, reunión de los que viajan. Son el obispo Versiglia, don Caravario, dos jóvenes maestros diplomados en el Instituto Don Bosco (Thong Chong Wai, pagano; M Pan Ching, cristiano), sus dos hermanas (Thong Su Lien María, veintiún años, maestra; M Yu Tee Paula, dieciséis años, que deja los estudios y vuelve a su familia). Está también Tzen Tz Yung Clara (veintidós años, se dirige a Lin-chow corno catequista). Miguel Arduino, obispo sucesor de mons. Versiglia, atestiguó: "A los jóvenes y las jóvenes que venían al colegio o volvían a sus familias, los acompañaban siempre los misioneros. Los padres ponían esta condición a los misioneros para dejar salir a sus hijas. En este caso, los dos jóvenes maestros, sus hermanas y la catequista habían esperado a propósito para hacer el viaje con el obispo y don Caravario y para estar protegidos de las posibles agresiones de los piratas".


Tiempos tristísimos

         Estas precauciones se debían a los tiempos tristísimos que aquella región de China estaba atravesando. La provincia de Shiu-chow, situada entre el norte y el sur, era punto de paso y parada de los diversos grupos que se hallaban en lucha entre sí. Violencias, robos, incendios, asesinatos eran cosa ordinaria de día y de noche. Resultaba difícil distinguir en las bandas que se entregaban al saqueo entre los soldados desbanda dos, los mercenarios, los grupos de killer que ejecutaban asesinatos programados, los piratas que se aprovechaban del caos.

         La nueva República China había nacido el 10 de octubre de 1911. El ejército dirigido por el general Chang Kai-shek, en 1927, había llevado a la China a la unidad, derrotando a los "señores de la guerra" que tiranizaban las diversas regiones. Pero la grave infiltración comunista en la nación y en el ejército (apoyada por Stalin) había persuadido a Chang Kai-shek a apoyarse en la derecha y a declarar a los comunistas fuera de la ley (abril de 1927). Había comenzado de nuevo la guerra civil.

         "En una región de la China meridional se estaba consolidando un régimen de tipo soviético —escribe el historiador McAleavy—. Sería fastidioso el tratar de describir los caóticos sucesos (de los años 1929, 1930 y 1931). La parte meridional de China no estaba en absoluto pacificada. Estaban los comunistas, dueños de un territorio considerable, y aún más al sur los "señores de la guerra" del Kwangsi (que hacía frontera con la provincia de Shiu-chow) dispuestos a provocar revueltas."

         En estos tristísimos tiempos también los extranjeros arriesgaban su vida. Se les temía por la fuerza de sus gobiernos, pero se les llamaba con desprecio "diablos blancos", y se les odiaba por el largo período en el que ingleses, alemanes y americanos habían saqueado, de modo inhumano, China. A los misioneros, a pesar de ser extranjeros, los amaba la gente más pobre: en los momentos de saqueo las misiones eran lugar de refugio para quien no tuviera otro. Los enemigos más temibles de los misioneros eran los piratas (que robaban sin mirar la cara de nadie) y los soldados comunistas: la destrucción del cristianismo formaba parte de su programa.

         Sólo hacía ocho meses desde que el salesiano don Dalmasso, de la misión de Nam-Yung (a 70 kilómetros de Shiu-chow) había sido apresado por una banda de soldados comunistas mientras acompañaba a los alumnos a la escuela. Atado, fue conducido por las calles de la ciudad, e insultado en una asamblea pública lo llevaron a las montañas donde los soldados tenían sus refugios. Lo liberaron doce días más tarde, y con la ayuda de la gente pobre había logrado volver a la misión.


En la barca hacia el norte

         La comitiva dirigida por el obispo Versiglia tomó el tren en la estación ferroviaria de Shiu-chow a las 8.30 del 24 de febrero. A las 17.00 llegó a Ling-kong-how, sede de una misión salesiana. Les esperaba el sacerdote don Cavada, que los acompañó a la misión, en la que pasaron la noche.

         El día después, 25 de febrero, mons. Versiglia y don Caravario celebraron la misa. Luego todos subieron a la barca que debla navegar contracorriente hacia el norte sobre el ríio Lin-chow, y llevarlos a la misión de Lin-chow, donde les esperaba la pequeña comunidad cristiana de don Caravario. Eran las 7.00 de la mañana. Si el viaje en tren había durado ocho horas y media, el de la barca (para recorrer una distancia casi igual) se preveía que duraría siete días. Se había juntado a la comitiva el muchacho cristiano Luk Apiao Pedro, de diez años, que se dirigía a la escuela de don Caravario para iniciar los estudios, y una anciana catequista que debía ayudar en su trabajo a la joven Clara. Los barqueros eran cuatro: la anciana dueña de la barca, su hijo de veinte años y dos robustos trabajadores (que desde la orilla empujarían la barca contracorriente en los puntos más difíciles).

         La barca china es como una pequeña casa: la proa está descubierta, pero la popa está envuelta en una especie de tienda que la transforma en la casa del que viaja. Sobre la proa pusieron un paño blanco con la inscripción Tin Tchu Tong (Misión Católica). Debía ser una especie de salvoconducto. Todos sabían que los misioneros no eran ricos y que trabajaban por la gente pobre. Pero podía ser también un engaño que atrae a los malvados...


25 de febrero: trampa sobre el río

                   La barca rozó el pueblo Pak Ngan Hang, en el que había mercado. Los       dos maestros, que estaban en la proa, veían edificios esparcidos por la zona boscosa que costeaban. Tres kilómetros más arriba, donde el río Lin-chow se encuentra con el pequeño afluente Shiu-pin, vieron algunos fuegos encendidos. Eran las once de la mañana. A medida que se acercaban, se veían más claramente aquellos intrigantes fuegos, y a su lado una decena de hombres que los mantenían encendidos.

         Mediodía. Sobre la barca se reza. De repente se oye un grito bronco: "¡Parad la barca!". Aquella decena de hombres está ya cerca. Apuntan con fusiles y pistolas. Gritan: "¿A quién lleváis ahí?". El barquero responde: "Al obispo y a un padre de la misión". Gritan: "No podéis transportar a nadie sin nuestra protección. Los misioneros nos tienen que pagar 500 dólares en billetes europeos, de otro modo os fusilaremos a todos" Las mujeres, apenas escuchan el diálogo, comprenden de qué se trata. Toman el rosario, ponen su rostro sobre sus rodillas, se tapan la cabeza con las manos y rezan.

         En aquellos tiempos, pagar de trecho en trecho un peaje a lo largo de los ríos llegó a ser una triste costumbre. Los chinos se resignan a ello, para no tener fastidios. Pero 500 dólares es una cifra enorme, disparatada. Nadie lleva tal cantidad en un viaje.

         Se ye enseguida que se trata de un pretexto para arrestar a los viajeros de la misión. El obispo dice a don Caravario: "Diles que somos misioneros, y por lo tanto, no llevamos con nosotros tanto dinero".

         Apenas escuchan la respuesta, los piratas saltan sobre la barca y la registran. El niño Apiao se declara con rapidez como hijo del barquero. La vieja catequista no recibe de ellos ni una mirada. Pero cuando los bandidos descubren a las muchachas, gritan: "¡Nos vamos a llevar a sus mujeres!". Don Caravario clarifica: "No son nuestras mujeres, sino nuestras alumnas, a las que acompañamos a sus casas". Con modos corteses (¡como es obligación!) los misioneros mantienen a los bandidos fuera de la barca. Cierran la entrada con sus cuerpos. Entonces los piratas gritan: "¡Vamos a quemar la barca!". A una distancia de unos pocos metros está parada una barca llena de madera. Acarrean haces sobre la proa y les encienden fuego. Pero la leña es gruesa y está verde, con dificultad para encenderse, y el obispo logra apagar las primeras llamas. Furiosos, los piratas sacan de las haces las ramas más gruesas y verdes y con ellas inician una terrible tanda de azotes sobre los cuerpos de los misioneros.

         Después de muchos minutos, sangrando y desvanecido cae el obispo. Don Caravario resiste todavía algún minuto más, luego también él cae murmurando: "Jesús, José y Maria...". Los bandidos se lanzan sobre las mujeres. María atestiguará: "Con toda mi fuerza me agarré al brazo izquierdo del obispo, que estaba caído. Pero los ladrones me golpearon la mano con un palo y nos llevaron fuera. Grité: "¡Señor, sálvame! ¡Auxiliadora, ruega por mí! Jesús, José, María...". En un momento en que se vio libre, María se arrojó al río Shiu-pin, dispuesta a morir antes que caer en las manos de aquellos bandidos que la habrían forzado. Pero el agua era poco profunda, y un bandido la agarró por las trenzas y la sacó del agua. Después le gritó: "Vosotras sois chinas. ¿Por qué queréis ir detrás de los extranjeros? ¡Es necesario destruir la religion católica!".

         En tierra, los piratas ataron a los dos misioneros después de haberles registrado y robado todo lo que llevaban. Sobre el triángulo de hierba del encuentro de los dos ríos, echaron a los misioneros y a las mujeres, presa todos del dolor y de la angustia. "Nosotros tenemos que mataros —gritó uno a los misioneros—. ¿No tenéis miedo de morir?" El obispo respondió: "Somos misioneros. ¿iPor qué íbamos a tener miedo de morir?".


Cinco tiros de fusil

         Los piratas ordenaron a los de la barca que volviesen a Lin-komng-how. En ella habían quedado junto con los barqueros, el pequeño Apiao, la anciana catequista, los hermanos de María y Paula. Aquella misma tarde del 25 de febrero, a las 17,00, llegaron a la misión de don Cavada y le dieron la triste noticia. Lo más rápidamente posible se avisó a las autoridades, que pusieron sobre aviso a una sección del ejército regular estacionada no muy lejos de allí.

         Mientras tanto, sobre el río se consumaba la tragedia. María atestiguó: "Estaban separados de los misioneros no más de tres metros. Vi que don Caravario, con la cabeza inclinada, hablaba en voz baja con el obispo". Se estaban confesando mutuamente. "El obispo y don Caravario nos miraban, nos señalaban con los ojos el cielo y rezaban. Su aspecto era amable y sonriente, y rezaban en voz alta."

         A una orden de los piratas, los misioneros se encaminaron por la vereda que sigue el curso del Shiu-pin. Algunos curiosos los miraban desde los edificios cercanos. Uno de ellos oyó que el obispo decía a los bandidos: "Yo soy viejo, matadme si queréis. Pero él es joven. ¡No le matéis!".

         Las mujeres, mientras eran empujadas hacia una pagoda blanca, oyeron cinco tiros de fusil. Maria atestigua: "Después de unos diez minutos los asesinos volvieron y dijeron a sus compañeros que les habían disparado cinco tiros de fusil". "Son cosas inexplicables —dijeron—. Hemos visto a muchos. Todos tienen miedo a la muerte. Por el contrario, estos dos han muerto contentos, y estas muchachas no desean más que morir..." Eran las primeras horas de la tarde dcl 25 de febrero.

         Mientras secciones de tropas regulares comenzaban a moverse para dar caza a los homicidas, las muchachas fueron llevadas a la montaña. Estuvieron a merced de los bandidos durante cinco días. El domingo por la mañana, 2 de marzo, los soldados regulares, puestos sobre aviso por uno de los bandidos que casualmente había sido arrestado y había denunciado a los cómplices, llegaron a las cuevas de los bandidos. Tras un breve tiroteo, los bandidos huyeron abandonando a las muchachas.


Los mártires

         Entre tanto don Cavada y don Lareno (secretario del obispo Versiglia), acompañados por el jefe de la policía de Shiu-pin, habían encontrado los restos de los mártires. Ambos tenían la cabeza destrozada.

         En la noche del domingo 2 de marzo, las tres muchachas liberadas del encierro se arrodillaron para rezar delante de los despojos mortales de los dos misioneros que habían dado su vida por defenderlas.

         Mons. Luis Versiglia, nacido en Oliva Gessi (Pavía), había entrado en el oratorio de Don Bosco siendo un niño en el lejano 1873. Entusiasmado por la expedición de misioneros a cuya despedida había asistido en el santuario de María Auxiliadora, había decidido ser misionero también él. En el año 1906 había guiado la primera expedición misionera salesiana a China.

         Don Calixto Caravario, nacido en Cuorgnè, se había trasladado a Turín cuando sólo tenía cuatro años. El padre, el hermano, la hermana, y especialmente su amabilísima madre Rosa le habían dado el permiso para partir a las misiones de China cuando apenas contaba veintiún años.

         La carta que don Calixto había escrito a su madre el 13 de febrero (12 días antes de ser asesinado), madre Rosa la recibió después de que los salesianos, con la máxima delicadeza posible, le habían comunicado el martirio de su hijo. Aquella carta, que guardamos con veneración, tiene las palabras ligeramente borrosas por las lágrimas de madre Rosa.

         Don Calixto le decía: "¡Ánimo, mi buena mamá! Pasará la vida y se acabarán los dolores: en el Paraíso seremos felices. Nada te turbe, mi buena mamá; si llevas tu cruz en compañía de Jesús, será mucho más ligera y agradable...".

         Pablo VI en el año 1976 declaró "mártires" a mons. Versiglia y a don Caravario. Juan Pablo II los beatificó el 15 de mayo de 1983 y los canonizó el 1 de octubre de 2000, Año Santo Jubilar.

jueves, 24 de febrero de 2011

ARRANCA EL 2011

Mañana viernes 25/2 comienzan las reuniones de centro del 2011. Será a las 19:30 en el Colegio Don Bosco, como ya es habitual.
Este año comienza con mucha alegría y muchas espectativas de que sea muy fecundo para el los cooperadores y aspirantes que lo integran, y con el compromiso de dar un paso más en la misión de seguir a Don Bosco en su trabajo por la juventud más pobre y necesitada.
El centro (compuesto actuelmente por 8 cooperadores y 7 aspirantes) tiene por delante un gran año de trabajo, no solo en lo que respecta a los apostolados y acciones de caridad, sino también en llo relacionado con su formación permanente, acompañamiento de los aspirantes, y la comunión fraterna.
Tiene la gran responsabilidad de recir a sus hermanos de la zona cuyo en el encuentro anual que este año nos tendrá como anfitriones.
Aprovechamos la oportunidad para invitar a todos aquellos que sientan el deseo de comenzar un camino de discernimiento vocacional para descubrir el llamado a ser cooperador, a ponerse en contacto con nosotros. Es muy simple y es siempre una alegría recibirlos, los esperamos!!!
Como siempre confiamos en la oración de la comunidad por la perseverancia en la vocación de todos los miembros de la Asociación.

lunes, 21 de febrero de 2011

JORNADA DE PASTORAL ZONA CUYO

El pasado sábado 19 de febrero se realizó en el Colegio Don Bosco de Rodeo del Medio (Mendoza) la Jornada de Pastoral de la zona cuyo de la inspectoría Artémides Zatti Argentina Norte.
El objeto es reunir a todos los responsables de la marcha de cada una de las casas salesianas para reflexionar acerca del camino que debe tomar la Inspectoría en los años que vienen.
Participaron representantes de los grupos de la Familia Salesiana; directivos, docentes y empleados de la parte escolar; representantes de los grupos y movimientos que conforman el Movimiento Juvenil Salesiano; etc., de las 7 presencias salesianas en la zona cuyo de la Argentina: San Juan, San Luis, San Rafael (Mendoza), Eugenio Bustos (Mendoza), Rodeo del Medio (Mendoza), Las Heras (Mendoza) y Mendoza Capital.

Por la mañana el P. Inspector Manuel Cayo ilumnó el trabajo con una referencia al comentario del aguinaldo del Rector Mayor para este año 2011. Por la tarde el trabajo fue por sectores de animación primero, y posteriormente de todos los miembros de la misma obra salesiana, con la premisa de establecer los objetivos del trabajo de todo el año. Por supuesto que el clima fraterno dominó la jornada y hubo oportunidad de compartir la riqueza de dones que el Espíritu reparte entre los hijos de Don Bosco.


El día concluyó con la misa en la que el padre inspector hizo el llamado a todas las obras salesianas a proponer la vocación salesiana como camino de vida y santidad a los jóvenes de la zona cuyo.



sábado, 12 de febrero de 2011

NUESTRA SEÑORA DE LOURDES

El 11 de febrero de 1858, Bernadette, una niña de catorce años, recogía leña en Massbielle, en las afueras de Lourdes, cuando acercándose a una gruta, una ráfaga de viento la sorprendió y vio una nube dorada y a una Señora vestida de blanco, con sus pies descalzos cubiertos por dos rosas doradas, que parecían apoyarse sobre las ramas de un rosal, en su cintura tenia una ancha cinta azul, sus manos juntas estaban en posición de oración y llevaba un rosario.

Bernadette al principio se asusto, pero luego comenzó a rezar el rosario que siempre llevaba consigo, al mismo tiempo que la niña, la Señora pasaba las cuentas del suyo entre sus dedos, al finalizar, la Virgen María retrocedió hacia la Gruta y desapareció. Estas apariciones se repitieron 18 veces, hasta el día 16 de julio.

El 18 de febrero en la tercera aparición la Virgen le dijo a Bernadette: "Ven aquí durante quince días seguidos". La niña le prometió hacerlo y la Señora le expresó "Yo te prometo que serás muy feliz, no en este mundo, sino en el otro".

La noticia de las apariciones se corrió por toda la comarca, y muchos acudían a la gruta creyendo en el suceso, otros se burlaban.
En la novena aparición, el 25 de febrero, la Señora mando a Santa Bernadette a beber y lavarse los pies en el agua de una fuente, señalándole el fondo de la gruta. La niña no la encontró, pero obedeció la solicitud de la Virgen, y escarbó en el suelo, produciéndose el primer brote del milagroso manantial de Lourdes.

En las apariciones, la Señora exhortó a la niña a rogar por los pecadores, manifestó el deseo de que en el lugar sea erigida una capilla y mando a Bernadette a besar la tierra, como acto de penitencia para ella y para otros, el pueblo presente en el lugar también la imito y hasta el día de hoy, esta práctica continúa.
El 25 de marzo, a pedido del párroco del lugar, la niña pregunta a la Señora ¿Quien eres?, y ella le responde: "Yo soy la Inmaculada Concepción".

Luego Bernadette fue a contarle al sacerdote, y él quedo asombrado, pues era casi imposible que una jovencita analfabeta pudiese saber sobre el dogma de la Inmaculada Concepción, declarado por el Papa Pío IX en 1854.
En la aparición del día 5 de abril, la niña permanece en éxtasis, sin quemarse por la vela que se consume entre sus manos.

El 16 de julio de 1858, la Virgen María aparece por última vez y se despide de Bernadette.

En el lugar comenzó a construirse un Santuario, el Papa Pío IX le dio el titulo de Basílica en 1874. Las apariciones fueron declaradas auténticas el 18 de Enero 1862.
Lourdes es uno de los lugares de mayor peregrinaje en el mundo, millones de personas acuden cada año y muchísimos enfermos han sido sanados en sus aguas milagrosas. La fiesta de Nuestra Señora de Lourdes se celebra el día de su primera aparición, el 11 de febrero.

miércoles, 9 de febrero de 2011

BEATA EUSEBIA PALOMINO

Nació en Cantalpino (Salamanca, España), el 15 de Diciembre de 1899 y murió en olor de Santidad el 10 de Febrero de 1935, en Valverde del Camino (Huelva, España). Su familia era muy rica de fe, pero muy escasa de medios económicos. Agustín, el padre, hombre de gran bondad y dulzura, trabajaba como bracero temporal al servicio de los terratenientes de los alrededores, y su madre Juana Yenes atendía la casa con los cuatro hijos.
Cuando en el invierno el campo reposaba y el trabajo faltaba, el pan escaseaba. Entonces el padre se veía obligado a pedir la caridad de otros pobres en los pueblos de la zona. Algunas veces lo acompañaba la pequeña Eusebia, de apenas siete años, que, ignorante de lo que costaban esas humillaciones, disfrutaba con las caminatas por los senderos del campo y alegremente correteaba y saltaba junto a su padre, el cual le hacía admirar la belleza de la creación y la luminosidad del paisaje de Castilla, dándole catequesis.
Su primer encuentro con Jesús Eucaristía, a la edad de ocho años, le dio una sorprendente percepción del significado de pertenecer y de ofrecerse totalmente al Señor como don.
Muy pronto tuvo que dejar la escuela para ayudar a la familia y dio prueba de una madurez precoz al cuidar, a pesar de su poca edad, a niños de algunas familias del pueblo mientras sus padres iban a trabajar. A los doce años se trasladó a Salamanca, con su hermana mayor, y se puso a servir como niñera.

Los domingos por la tarde iba al oratorio festivo de las Hijas de María Auxiliadora; las religiosas la invitaron a ayudar a la comunidad. Eusebia aceptó con mucho gusto y enseguida puso manos a la obra: ayudaba en la cocina, acarreaba la leña, colaboraba en la limpieza de la casa, tendía la ropa en el patio grande, iba a acompañar al grupo de las estudiantes a la escuela estatal y hacía los mandados en la ciudad.
En su interior fue creciendo el deseo secreto de consagrarse totalmente al Señor. Pensaba: «Si cumplo con diligencia mis deberes, tendré contenta a la Virgen María y podré un día ser su hija en el Instituto». No se atrevía a pedirlo, por su pobreza y falta de instrucción; no se creía digna de tal gracia, pues pensaba: «¡Es una congregación tan grande!».

La superiora visitadora, a la que reveló su anhelo, la acogió con bondad materna y decidió admitirla en nombre de la madre general.
El 5 de agosto de 1922 empezó el noviciado. Se alternaban horas de estudio, de oración y de trabajo, en unas jornadas que la llenaban de felicidad. Después de dos años, se consagró totalmente al Señor con los votos religiosos.
Fue destinada a la casa de Valverde del Camino, pequeña ciudad de nueve mil habitantes, situada en el extremo suroeste de España, en la zona minera de Andalucía, al confín con Portugal. Las niñas del colegio y del oratorio, en el primer encuentro, quedaron desilusionadas. La nueva hermana tenía un aspecto insignificante, pequeña y pálida, con manos gruesas y además un nombre feo.
A la mañana siguiente, la hermana Eusebia ya estaba en su lugar de trabajo, un trabajo variado: cocina, portería, ropería, cuidado del pequeño huerto y asistencia a las niñas del oratorio festivo. Era feliz de «estar en la casa del Señor por todos los días de su vida».
Pronto las niñas se fueron sintiendo atraídas por las narraciones de hechos misioneros, vidas de santos, episodios de la devoción mariana, o anécdotas de don Bosco, que la hermana Eusebia recordaba gracias a su gran memoria; además, sabía hacerlas atractivas por su convencimiento y su fe sencilla.

Fue en ese colegio donde esparció el aroma de su santidad y de su espíritu salesiano, como destacada hija de su fundador San Juan Bosco y de María Auxiliadora, siendo para todos y para todo, alegre, sencilla, humilde, servicial y muy dispuesta. Aprovechaba todos los momentos libres del día para enseñar a las niñas de su querido colegio valverdeño, todas las virtudes cristianas y sobre todo, que la verdadera sabiduría es la paz y unión con Dios. Aprovechaba también los domingos y días festivos, en los "oratorios", para enseñarles el Catecismo y hablarles del amor a la Santísima Virgen y a Nuestro Señor Jesucristo.
En ella destacaron siempre, entre otras, la veneración que sentía por las Santas Llagas de Nuestro Señor Jesucristo, rezando muy a menudo el Rosario de las Santas Llagas, el intenso amor a Jesús Sacramentado (pasaba largas horas ante el Sagrario haciendo compañía al Señor o, como ella le llamaba El Prisionero del Amor) y a la Virgen Santísima. Tenía por costumbre rezar muy a menudo el Via Crucis. Ella insistía mucho en la necesidad de confesarse y comulgar frecuentemente para ser buenos católicos, y que procurásemos, al pasar por una iglesia, entrar para hacer un rato de compañía a Jesús Sacramentado.
El otro «polo» de la piedad y de la catequesis de sor Eusebia fue la «verdadera devoción mariana» de san Luis María Grignon de Montfort. Esa fue el alma y el arma de su apostolado durante su breve existencia: los destinatarios eran las niñas, las jóvenes, las madres de familia, los seminaristas y los sacerdotes. «Quizá no haya párroco en toda España —se dice en los procesos— que no haya recibido una carta de sor Eusebia a propósito de la esclavitud mariana».
Cuando, a principios de la década de 1930, se vislumbraba en España la persecución religiosa, sor Eusebia no dudó en llevar hasta el extremo su «disponibilidad». Se ofreció al Señor como víctima para la salvación de España, para la libertad de la religión. Y Dios la aceptó como víctima. En agosto de 1932 una enfermedad repentina fue el primer aviso. Después, el asma, que en diversos momentos ya la había molestado, alcanzó niveles altísimos, agravada con otros males que iban apareciendo y atentaban contra su vida.
En este tiempo, algunas visiones de sangre afligen a sor Eusebia aún más que los dolores físicos. El 4 de octubre de 1934, mientras algunas hermanas rezaban con ella, palideció y dijo: «Rezad mucho por Cataluña». Era el principio de la sublevación obrera de Asturias y Cataluña. Visión de sangre también para su querida directora sor Carmen Moreno Benítez, que sería fusilada, con otra hermana, el 6 de septiembre de 1936: recientemente ha sido declarada beata, después del reconocimiento del martirio.
En tanto se agravó su enfermedad, que, unida al asma, le acartonaba todos los miembros, convirtiéndola en un ovillo. Quien la visitaba sentía la fuerza moral y la luz de santidad que irradiaban aquellos pobres miembros doloridos, dejando absolutamente intacta la lucidez del pensamiento, la delicadeza de los sentimientos y la amabilidad del trato. A las hermanas que la asistían les prometió: «Daré mis vueltecitas».
Murió serenamente en la madrugada del 10 de febrero de 1935. Sus restos mortales fueron visitados durante todo el día por la población de Valverde, que repetía: «Ha muerto una santa».

El Papa Juan Pablo II declaró a Sor Eusebia Venerable el 17 de Diciembre de 1996 y posteriormente, el 25 de Abril de 2004, la declaró Beata. De todas formas, ya se considera desde hace mucho tiempo que Sor Eusebia es una Santa, por parte de sus miles de devotos en todo el mundo, y por supuesto, para sus queridísimos habitantes de Valverde del Camino, donde pasó sus años de vida religiosa en el Colegio de María Auxiliadora.
También se conoce a Sor Eusebia con el nombre de Perla de la Iglesia Española.

jueves, 3 de febrero de 2011

SAN BLAS


Patrón de enfermedades de la garganta y laringólogos.

+C.316

San Blas fue médico y obispo de Sebaste, Armenia. Hizo vida eremítica en una cueva del Monte Argeus.

San Blas era conocido por su don de curación milagrosa. Salvó la vida de un niño que se ahogaba al trabársele en la garganta una espina de pescado. Este es el origen de la costumbre de bendecir las gargantas el día de su fiesta.

Según una leyenda, se le acercaban también animales enfermos para que les curase, pero no le molestaban en su tiempo de oración.

Cuando la persecución de Agrícola, gobernador de Cappadocia, contra los cristianos llegó a Sebaste, sus cazadores fueron a buscar animales para los juegos de la arena en el bosque de Argeus y encontraron muchos de ellos esperando fuera de la cueva de San Blas. Allí encontraron a San Blas en oración y lo arrestaron. Agrícola trató sin éxito de hacerle apostatar. En la prisión, San Blas sanó a algunos prisioneros. Finalmente fue echado a un lago. San Blas, parado en la superficie, invitaba a sus perseguidores a caminar sobre las aguas y así demostrar el poder de sus dioses. Pero se ahogaron. Cuando volvió a tierra fue torturado y decapitado. C. 316.